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Cuerpos tatuados - ciudades grafiteadas



Introducción[1]*

El aporte que hace esta ponencia a la mesa, es permitir la comprensión de la analogía que existe entre el cuerpo y la ciudad y como las formas de apropiación de estos territorios se construyen en la geografía de los cuerpos y las ciudades. Lo anterior desde el territorio como categoría de análisis entendido como construcción social y no como un espacio geográfico-físico y biológico. A partir de ello se generan toda una serie de discursos y prácticas que hacen que los sujetos se apropien del espacio –cuerpos y ciudades- de maneras distintas, por ello seleccionamos el graffiti y el tatuaje como formas de apropiación y representación simbólica de la subjetividad, pero así mismo, como formas de resistencia a las estructuras sociales que se construyen y se constituyen en formas singulares y particulares de ejercer la territorialidad, la identificación y la pertenencia con el cuerpo y la ciudad. La ciudad como el cuerpo es un lienzo que precisa para algunos, ser pintado, rayado, dibujado para que cobre sentido y color, para que recobre la sensibilidad que se busca al expresar, al decir, al proclamar el territorio como suyo, desde prácticas que pretenden auscultar, explorar el cuerpo limpio y la pared blanca, superficies que se presentan dadas y provocativas, como escenarios que incitan a ser poseídos e intervenidos. Los seres tatuados al igual que los grafiteros son estigmatizados, reciben una carga social que los hace ver como sujetos poco adaptados y mal intencionados, al dañar las estéticas propias y ajenas. Sujetos que requieren ser controlados y porque no decirlo re-socializados, estos controles sociales son formas de eliminar y callar todo aquello que se encuentre fuera de las clásicas formas de expresión permitidas, desde esta perspectivas se convierten entonces en resistencias que se hace en algunos casos en la clandestinidad de sus vidas.


Esta ponencia quiere plantear una analogía entre los cuerpos tatuados y las ciudades grafiteadas, esta relación se comprende desde la categoría de territorio y apropiación del mismo, entendiendo al cuerpo y la ciudad como territorios que se exploran se apropian, rompiendo con las lógicas hegemónicas planteadas desde la institucionalidad. La relación entre cuerpos y ciudad no es nueva, autores como Richard Sennet en su texto Carne y Piedra, muestra cómo los problemas relacionados con el cuerpo han encontrado una expresión en la arquitectura, en la planificación urbana y en la práctica misma (1997,17). Sennet logra evidenciar cómo la experiencia corporal de las personas cuenta historias de las ciudades, muestra la aproximación entre los órganos del cuerpo humano y la planificación de las mismas. Devela cómo las prácticas corporales cotidianas ejercen una relación directa con el espacio en el que se desarrollan, constituyendo subjetividades y formas de pensar y apropiar los espacios de la ciudad. No se trata de una relación biológica sino de construcción social y cultural en la que los actores, construyen, identifican y valoran su construcción. La concepción de territorio ha dejado de limitarse a aquella dimensión geográfica o de espacio físico, para incluir la dimensión social. Entre tanto, la territorialidad es entendida como el sentido de pertenencia o dominio[2] de un espacio-territorio otorgado por actor(es) social(es) en función de capitales (culturales, económicos, simbólicos). Así entonces, el problema de la territorialidad no se define exclusivamente por la manera en que se posee un espacio. Son las formas en que se manifiestan las relaciones con el espacio donde se está, a partir de parámetros en el que cuerpo y la ciudad se territorializa, alguna veces dentro del conflicto y otras en el acuerdo. Por ello, el valor del espacio no solo se reduce a la posibilidad de poseerlo, sino lo que implica la reorganización del mismo “el reordenamiento del territorio”, enunciándose de manera más contemporánea cómo la fabricación de espacios, sugiriendo así en pensar menos en el territorio como algo dado sino como producto (Giménez, 1996, p. 11).


Desde esta perspectiva, la carga simbólica que cobran los espacios resulta determinante en la vida de los actores sociales y sujetos políticos. Se enuncian tres tensiones en el estudio del cuerpo y la ciudad con relación al territorio. La primera consiste en la construcción del territorio, la segunda considera la territorialidad como la apropiación territorios-cuerpo y ciudad y la tercera comprender cómo el reordenamiento del territorio tiene implícito una carga simbólica importante en la construcción de subjetividades.


Tres tensiones en acción: Cuerpo-Ciudad.

Todo cuerpo constituye un territorio en el espacio, al igual que las ciudades constituyen un espacio geográfico en el espacio físico de los países, los dos son demarcados por geografías que construyen su constitución, su corporalidad como una forma de comunicarse y expresarse. En este sentido, las formas de apropiación del territorio cuerpo y ciudad pasan por la construcción de sujeto y subjetividad, en donde se han instalado reflexiones teóricas donde convergen diversos discursos. La cuestión del sujeto se ha constituido en un genuino espacio de intensidad teórica, en donde las tradiciones intelectuales y las diferentes disciplinas se enfrentan y confluyen. Para Michael Foucault la subjetividad es un resultado, un producto, un momento en las coordenadas transversales del discurso. Los modos de subjetivación son respuestas sistemáticas discursivas a las exigencias planteadas por cada momento histórico (Albano, 2005, p.39).


La apropiación del territorio ocurre por la forma como las subjetividades se expresan en los cuerpos o en las ciudades, los tatuajes como los graffitis son muestra de una acción de territorialidad, ese acto no se reduce a la manera en que se posee un espacio. Las formas en que se concibe las relaciones con el medio donde se habita, son complejas, se construyen a partir de parámetros sociales, simbólicos, culturales que establecen formas de distinción (Fig. 1). Ponen en tensión las diversas formas en que se comprenden las implicaciones de la propiedad individual y la propiedad colectiva, cuándo y en qué forma los cuerpos en el espacio cruzan esa delgada línea entre lo público y lo privado.



Figura 1. Graffiti que alude a la cámara fotográfica como un arma.

Agosto 2013, Plaza de la Concordia en la Candelaria. Bogotá-Colombia.


Así el apropiarse es una manera de resistir y romper algunos paradigmas de lo que implica el cuerpo sin marcas, un cuerpo limpio, como una pared sin rayas una pared blanca, el cuerpo como la calle parece ser un lugar sagrado, de pulcritud, como se ha enseñado y como debe ser, es una manera de respetar, en el documental Historia del Graffiti en Bogotá (Bastardilla y Memoria Canalla, 2009), se pregunta a las personas sobre su percepción sobre el graffiti, para algunos de los entrevistados esto es un acto de vandalismo, de irrespeto, de desacato y en algún momento de menosprecio. Sin embargo para otros, para los artistas callejeros es una forma de vida de expresión de su sentir, de rebeldía, de resistencia al sistema social que lo oprime y lo subyuga. De esta misma forma se expresan quienes marcan su cuerpo, quienes escriben y delinean en él su querer, su amor, su rabia, sus deseos, la marca que estará allí por un buen tiempo o quizás para siempre, marca que evidencia la transformación que quiere hacerse al cuerpo, al igual que el graffiti a la calle. Lo interesante de estar frente a imágenes urbanas que marcan la epidermis corporal y citadina con tatuajes y graffitis contemporáneos, es la penetración en un mundo que por un lado rompe por su osadía de subvertir el orden, pero que por el otro en algunos casos se considera un arte:


Éstas prácticas artísticas están permitiendo evocar y re-imaginar lo social y cultural a través de prácticas estéticas que proponen otras relaciones con el pasado el presente y el devenir al crear otros regímenes de lo sensible y lo inteligible, visibilizando la complejidad de las inscripciones de las memorias en cuerpos, lugares, objetos, sustancias y cuya sustancia es la cotidianidad” (Cortes, 2011, p.6)


La concepción negativa del graffiti data desde 1541, cuando Cortés (conquistador español que llegó a México) publicó un aviso que decía “Pared blanca, papel de necios”[3] (Peñasola, 2005). Alrededor el graffiti se teje una cultura y una forma de ser, una forma de comunicar, no pasa desapercibido en la cotidianeidad de la ciudad. Entre tanto, los tatuadores cobran fama gracias a exposiciones, páginas, revistas, el cuerpo se vuelve un lienzo de arte, pero no así para el tatuado, a quien escribe sobre su cuerpo, se le estigmatiza con el símbolo de rebeldía, en algunos casos de delincuente, malhechor[4]. En palabras de Soto, Santiago y Cotto (2009) “el cuerpo modificado por tatuajes es un cuerpo desviado, ya que no acata la norma estética y social que se le ha impuesto. A partir de esto, se puede considerar que el estigma es uno de los mecanismos utilizados para catalogar las personas como indeseables y / o desviadas”. En esta perspectiva tanto el graffiti, como el tatuaje son expresiones simbólicas que con el tiempo van teniendo distintas formas de consolidar un nuevo territorio, se usa al cuerpo como un productor de mensajes y al muro como una forma de expresar:


La acción de grabar una imagen en el cuerpo trae consigo una serie de significaciones, entre las que se destaca la adquisición o manifestación de control y poder sobre el propio cuerpo. Dicho control es delegado a otros desde el momento en que nacemos, por lo que acciones que impliquen la toma de decisiones sobre el propio cuerpo, regularmente son sancionadas” (Ibíd., 2009, p. 4).


Así mismo, esa toma de decisiones que se hace sobre el muro, el lugar donde se raya, lo permitido y lo prohibido hacen parte del control sobre esa ciudad que en palabras de Calvino (1998) son ciudades invisibles, múltiples y multiformes que no se ven a los ojos de unos y que para otros resulta provocadora, desafiante y apremiante expresarse allí. La visibilidad está implícita en ambas formas de apropiación del territorio, son maneras de llamar la atención del otro, pero así mismo esa otredad se construye también a partir de que existe otro que ve, que observa que rechaza o que acepta, con su presencia. Tanto el tatuaje como el graffiti hacen su resistencia cuando el espectador los ubica, cuando detalla su mensaje, cuando intenta afirmar o negar estas formas simbólicas de expresión. Ver o ser visto significa la eventual captura del ojo humano para ser uno convertido en experiencia visual y por tanto ser representado en imagen (Fig. 2).


Figura 2. Actor urbano luce su tatuaje a pesar de ser un día de clima frío.

Julio 2013, Calle 7ª esquina Kr 19, Bogotá-Colombia.


Algunas consideraciones

Las reflexiones aquí presentadas, hacen parte de un proceso investigativo que se pregunta por las formas de apropiación del territorio. La analogía que se intentó esbozar en esta ponencia entre el cuerpo y la ciudad, deja muchos elementos aún para seguir profundizando, entre otros:

  • Estudios desde la analogía de las estructuras biológicas como lo plantea Sennet, hasta las construcciones sociales que implican la apropiación de territorios cada vez más diversos y complejos.

  • En los dos casos estudiados el tatuaje y el graffiti, consideradas expresiones artísticas que se resisten a discursos y prácticas que regulan y controlan los cuerpos y las ciudades.

  • El tatuado como el grafitero, son sujetos estigmatizados por una sociedad que observa, critica y en algunas ocasiones no comprende, las modificaciones corporales y citadinas que atentan contra la normalidad y las formas de habitar un territorio.

  • El graffiti como el tatuaje cobra vida en la medida en que es observado por otro, ese proceso de configuración de subjetividad y de otredad precisa ser analizado con más cuidado, el significado que puede configurarse entre el sujeto que es observado y el observador puede llegar a modificar significados sociales que hasta ahora se han asignado.

  • Se considera al tatuaje y el graffiti, como formas de apropiación de territorios, ya que ellos delimitan, interpelan y plantean desde sus expresiones artísticas, subjetividades que se empoderan y controlan un espacio en un tiempo histórico determinado.


Bibliografía

  1. Albano, S. (2005). Glosario de aplicaciones. Michael Foucault. Buenos Aires: Editorial Quadrata.

  2. Altisidora, S. 2011. “Insolentemente diletantes”. Recuperado el 02 de agosto de 2013, de http://www.insolentementediletantes.blogspot.com/2011/08/pared-blanca-papel-guionnecios-y-aun-guion-de.hmtl

  3. Calvino, I. (1972). Las ciudades invisibles. Madrid: Ediciones Siruela.

  4. Cortes, C. (2011). La ruina como aproximación estética, política y ética a los escenarios de memorias de la violencia. En: Revista Lindes, Estudios Sociales del Arte y la Cultura, No. 2, julio, Buenos Aires.

  5. Giménez, G. (1996). Territorio y Cultura. En: Estudios sobre las culturas contemporáneas. Universidad de Colima. Vol. II. Número 004. México. Recuperado de: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/316/31600402.pdf .

  6. Peñasola, M. A. (2005). La muralla: papel del que no calla. Recuperado de: Altus en línea http://www.usergioarboleda.edu.co/altus/artículo_graffiti.htm

  7. Sennet., R. (1997). Carne y Piedra, el cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. España: Alianza Editorial.

  8. Silva, A. (2006). “Ciudad Vista”, Imágenes de ciudad. En: A. Silva. Imaginarios Urbanos (pp. 39-51). Bógota: Arango.

  9. Sotto, J., Santiago, L. y Cotto, Z. (2009). Rasgando la piel: tatuajes, cuerpos y significados. En: The Qualitative Report Volume 14 Number 2 June p.p. 374-388. http://www.nova.edu/ssss/QR/QR14-2/roman.pdf.


Videografía

Bastardilla, 2009, Historia del graffiti en Bogotá. Recuperado de: http://www.youtube.com/watch?v=1REZmPKrINA

Video de canción “El tatuado” cantado por Don Cheto. Recuperado de: http://www.youtube.com/watch?v=6t3CF60ujAM




[1] Esta ponencia hace parte del proyecto de la Facultad de Educación Física de la Universidad Pedagógica Nacional: Turismo pedagógico: el graffiti una ruta para explorar la ciudad de Bogotá.


[2] En el campo social cuando los actores se ubican en el espacio en procesos relacionales, hacen uso de estrategias que pueden ser cooperativas o competitivas. Esto explica el sentido de dominio sobre el territorio y sobre los otros actores.


[3] Cortes hace gala de su supuesta vena literaria a las propuestas escritas en las paredes blancas el Palacio de Coyoacán, donde residía y encontraría a su vez una serie de contestaciones. Todas ellas surgidas ante la inconformidad de las injusticias del régimen Cortesano.


[4] En la letra de la canción de Don Cheto (cantante mexicano) hace una sátira del padre de familia mexicano, con ideas conservadoras que vive en Estados Unidos. En su canción “el tatuado” hace referencia a su hijo, diciendo: “Después de cinco años lo tenía muy de regreso, mi `jo el mayor que en el norte anduvo preso fuimos al aeropuerto a recoger al hijo ausente que por culpa de las juntas andaba de delincuente…” Resaltan las palabras: preso y delincuente, dejando entrever su pertenencia a una pandilla por los tatuajes en su cuerpo.


*Texto tomado del Archivo Documental “Cuerpos, sociedades e instituciones a partir de la última década del Siglo XX en Colombia”. Mallarino, C. (2011 – 2016). Tesis doctoral. DIE / UPN-Univalle.


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