Re-construyendo cuerpos: la práctica de la cirugía estética en el Ecuador
RESULTADO DE INVESTIGACIÓN: Proyecto Cuerpos en re-construcción : un estudio sobre la práctica de la cirugía estética en la ciudad de Ambato. Maestría en Ciencias Sociales con mención en Antropología Visual y Documental Antropológico; FLACSO - Sede Ecuador. Quito.
Introducción*
Los acelerados avances de la ciencia y de la tecnología permiten múltiples formas de intervenir sobre la biología del cuerpo humano, en lo concerniente a su apariencia y a su funcionalidad: desde hormonas de crecimiento muscular, cirugía estética, implantes robóticas, hasta fecundación in Vitro, vientres de alquiler y conservación de células madres. El cuerpo se encuentra en el centro de estas intervenciones. Estas nuevas tecnologías tienden a la modificación del cuerpo humano, a la vez que son un reflejo de hechos sociales más amplios. Dentro del área de la medicina, la cirugía plástica brinda la posibilidad de cambiar la apariencia del cuerpo mediante la cirugía estética o de reconstruir algún miembro atrofiado por medio de la cirugía reconstructiva. Sin embargo, hay que considerar que en la cirugía estética se entrelazan el cuerpo biológico -el individuo- y el cuerpo social -sociedad- por lo tanto, se moldea o se reconstruye el cuerpo biológico a partir de las demandas del cuerpo social. La cirugía estética está redefiniendo la forma cómo debe lucir el cuerpo de la mujer y del hombre. Apoyada por las publicidades y los medios de comunicación se crea un ideal de belleza difícil de alcanzar. De este modo, se promociona a la cirugía estética como la solución, por una parte, mejorar el aspecto del cuerpo, y por otra, mejorar el bienestar personal. La presente ponencia aborda los mecanismos que contribuyen a una banalización de la cirugía estética en la ciudad de Ambato (Ecuador). Primero abordaré al cuerpo como otro objeto de consumo anclado en el capitalismo tardío. Seguido por unas reflexiones sobre género a partir del trabajo etnográfico y para terminar cuestiones de agencia e identidad.
El cuerpo ese objeto de consumo
La palabra cuerpo nos remite a un mundo carnal. Espacio íntimo del individuo, este ha sido estudiado desde distintas áreas. En las ciencias sociales éste último es visto como una construcción histórica y sociocultural. Es decir el modo en cómo es utilizado, representado, su concepción se modifica en función de la época y de la sociedad. Según el estado de la cuestión planteado por Reischer y Koo (2004), los estudios sobre el cuerpo se dividen en dos ramas principales. La primera sitúa al cuerpo como un lugar simbólico, portador de significados sociales; la segunda ubica al cuerpo como agente social que cumple un rol o función dentro de la sociedad. En el presente trabajo empleo ambas perspectivas. Considero que las mujeres que deciden operarse son agentes sociales que no están simplemente hechas de cuerpo sino también son actoras de su entorno social. Además, el cuerpo lo veo como una frontera entre lo público y lo privado. Si bien es un lugar intimo donde se expresa la identidad de cada uno, éste es a su vez un espacio social en donde se marcan, se inscriben y se crean actos sociales. La cirugía estética refleja muy bien esta dualidad del cuerpo ya que por una parte es un tipo de modificación corporal que marca el cuerpo, sobre la carne de uno; por otra parte, este fenómeno es algo externo al individuo y está anclado en una época y contexto específico, reflejando mecanismos sociales de una sociedad dada.
La práctica de la cirugía estética se inscribe dentro de un sistema general de mercado impulsado por la globalización y el capitalismo. Este fenómeno sucede en varios países del mundo y Ecuador forma parte de esta red. En el sistema actual del capitalismo tardío el cuerpo se ha convertido en el “objeto predilecto de consumo”. Éste es visto a la vez, como “capital y fetiche (u objeto de consumo)” (Baudrillard, 2009:200). Al considerar al cuerpo de esta manera implica que se deba invertir en él. Al hablar de inversión pensamos en transacciones monetarias, al realizar una inversión se espera que ésta traiga ganancias y sea fructífera. De este modo, cada uno gestiona su cuerpo, lo mejora, lo arregla. Lo que genera que los individuos ellos mismo se convierten en bienes de consumo (Bauman, 2007). Se ve al individuo como un ser no acabado, al cual la naturaleza le atribuyó ciertos atributos y ciertos defectos, y al cual la sociedad le brinda las posibilidades de mejorarse mediante varias técnicas y productos, una de estas es la cirugía estética. “El mundo de consumo es percibido por sus habitantes, los consumidores, como un enorme contenedor de piezas de repuesto” (Bauman, 2007: 140). Esta metáfora de “contenedor de piezas de repuesto” me lleva a pensar en el cuerpo-máquina, al cual se puede cambiar de piezas y al cual se puede tunear[1]. Estas piezas unos las puede encontrar en el mercado, existe una gama de opciones para que los individuos mejoren sus máquinas. De este modo, el individuo también es visto como un todo fragmentado, dividido por varias partes.
A cada una de estas partes se las puede cambiar, modificar para mejorar el funcionamiento o la apariencia física de la totalidad (Le Breton, 1999; Hoogle, 2005).
Al convertirse en bienes de consumo, los y las pacientes de cirugía estética ya no son tratados como tal sino como clientes o consumidores a los que se les oferta un producto. De este modo, la medicina se convierte en una mercancía y entra en el mecanismo de oferta y de demanda del sistema de mercado. Considero a la cirugía estética como otro bien de consumo porque a lo largo de la investigación recolecté material, sobre todo publicidades –regadas en las calles, buses, periódicos- de los centros de cirugía estética, en donde ésta es promovida como cualquier otra mercancía. En algunos lugares inclusive se hacen descuentos y promociones. Asimismo, los cirujanos se promocionan a través del Facebook y otras redes sociales en donde suben videos y testimonios de las pacientes/clientes a la vez que se promocionan, ofrecen descuentos y consultas gratuitas. Esto a su vez genera una banalización[2] de esta práctica quirúrgica y la convierte en un producto más de belleza. Muchas veces los anuncios y publicidades omiten el lado quirúrgico que conlleva dolor y algunos riesgos -e inclusive la muerte si se hace de manera inadecuada-. Esto también trae otras consecuencias graves ya que algunos lugares, por ofertar los precios más bajos del mercado, no trabajan bajo las normas sanitarias. Algunos de estos lugares no cuentan con los aparatos necesarios en caso de una emergencia y en otros por ejemplo inyectan silicona otro tipo de silicona industrial.
Durante mi trabajo de campo, una mujer del grupo social con el que trabajaba murió por mala práctica médica. Ella entró al quirófano con el deseo de perder unos kilos y salió sin vida. Desafortunadamente la familia no pudo hacer nada en contra del cirujano y hasta el día de hoy ese doctor sigue trabajando. A partir de esta investigación y la de Moscoso (2010) se pudo vislumbrar que en el Ecuador no existe un control por parte del Estado hacia estos centros de estética. Estos al ser justamente considerados como centros de belleza o estéticos son muy pocos controlados. Muchas veces se los toma en cuenta al momento de existir algún accidente. A pesar de este tipo de incidentes, que son pocos y pocas veces mencionados por un cierto pudor de las mujeres al contar sus operaciones, se puede decir que en el Ecuador existe un “boom” de la cirugía estética. Al entrevistar a los cirujanos estos afirmaban que en el país está sucediendo lo que ocurrió años atrás en Colombia (Erazo, 2008) y Argentina (Aafjes, 2008) es decir precios más bajos y una fuerte demanda de operaciones.
Cuerpo de mujer, cuerpo de madre
De manera general, hay más mujeres que hombres que se operan. A nivel mundial el 84,7 por ciento de pacientes de cirugía estética son mujeres, contra el 15,3 por ciento de hombres (ISAPS Bienal Survey, 2009). El cuerpo se convierte en el lugar primario para la construcción social y la performatividad de género (Beauvoir, 1999; Butler, 2006; Reischer y Koo, 2004). A través del cuerpo se inscriben y se marcan las diferencias de género. Esto no sólo en cuanto a la diferencia anatómica de los cuerpos, sino en cuanto a la construcción social del cuerpo del hombre y de la mujer, y en cuanto a los roles que cada uno debe cumplir dentro de la sociedad. Se asocia al hombre con la razón, y a la mujer con lo corpóreo y con la belleza. Dentro de este estudio trabajé únicamente con mujeres. Primero la escasez de casos en el área masculina. Segundo, parece ser que esta practica por el tipo de intervenciones que se oferta, está mayoritariamente dirigido a un público femenino. Tercero, los pocos hombres que se han operado prefieren omitir o no hablar de sus operaciones. Existe todavía un prejuicio hacia los hombres muy “vanidosos”, poniendo en duda su masculinidad, por lo que los pocos hombres que se han operado prefieren no hablar de ello. Cuarto, existe una presión social más fuerte ligada a cómo debe de lucir una mujer –su cuerpo, su apariencia, su vestimenta- que para con el aspecto de un hombre (Wolf, 1992). Este trabajo lo realicé con mujeres de la clase alta de la ciudad de Ambato. El grupo de mujeres con las que trabajé va desde los 15 hasta los 55 años. De manera general, las jóvenes de los 16 a los 21 años se han realizado mayoritariamente rinoplastias; en las mujeres de los 21 a los 28 años, hay un mayor número de aumentos de busto, seguido por rinoplastia; las mujeres de los 28 a los 55 años han recurrido a abdominoplastias, liposucciones, seguido por aumento, disminución o levantamiento del busto. El blanco tanto del discurso médico como de las publicidades es el púbico femenino. La mayoría de tratamientos que se ofertan es para mujeres, en las publicidades están representadas mujeres y se sigue asociado a la mujer con lo corpóreo.
Al preguntarle en una entrevista a un cirujano por qué el pensaba que habían más mujeres pacientes que hombres, entre otras cosas, él contestó lo siguiente:
En general, los cirujanos plásticos tenemos más pacientes mujeres porque las mujeres están más propensa por, desde su lado hormonal de mujer, de femenina, por las tendencias, por las modas, también por las presiones que le ejercen a la mujer a verse cada vez mejor. Y es verdad que impacta. Muchas mujeres se dicen bueno y a ella que le ven ¿No? Si yo tengo lo mismo, que es lo que tiene lo mismo, lo mismo que tiene una mujer anatómicamente o físicamente o intelectualmente, espiritualmente, políticamente, moral o lo que sea. Estamos muy parecidas ¿Por qué a ella le ven más que a mí? Y viene como la admiración, o el odio, o la gana de que a mí también quiero que me miren porque así es la mujer, a la mujer le gusta ser mirada, ser apreciada y los hombres somos visuales y nos gusta ver y apreciar a la mujer en su belleza. Que lo primero que impacta es lo corporal ¡Por supuesto! Y que luego estén viendo la parte intelectual, la parte emocional, afectiva, espiritual, que se yo, de otras esferas del ser humano, pero lo primero que impacta es lo físico. Y si van a buscar trabajo, lo más probable es que si hay equidad académica o de preparación entre dos personas va a quedar la que tiene mejor forma física, la más hermosa. Entonces por qué hay más mujeres que hombres en la cirugía plástica y estética porque la mujer quiere verse hermosa, sabe que con eso gana mucho, ganan novios, esposos, economía, ego, vestirse bien por último para no ir al lado de que la mujer ya está buscando marido y se disminuye como mujer, no. La mujer muchas veces me dice a mí que quiere, es volverse bien ella misma, no por alagarle al varón. (Dr. Julio[3], 2011, entrevista).
Hay varios puntos interesantes en este discurso. Primero, vemos claramente que para este doctor es “normal” que existan más pacientes mujeres ya que biológicamente o como él dice “hormonalmente”, la mujer está más a la expectativa de su apariencia, de la moda, de las tendencias. Según este cirujano, a las mujeres les gusta estar bellas y asocia a la belleza con el éxito en la vida. Esto nos recuerda el “mito de la belleza” expuesto por Naomi Wolf (1992), mito según el cual el objetivo de toda mujer es incorporar la belleza. Mito creado por el poder masculino para desviar la atención de las mujeres de las cosas importantes y del poder, para que exista entre ellas una preocupación y en cierto sentido una rivalidad por lograr ser bellas. Segundo, el doctor dice que “a la mujer le gusta ser mirada, ser apreciada” y que al hombre le “gusta apreciar a la mujer en su belleza”. Esto remite a lo que mencionaba Berger (2000) en el libro, Modos de ver, en donde establece la forma cómo surge la idea de que la mujer está para ser contemplada por el hombre. Berger analiza los cuadros de desnudos de la pintura occidental. Al posar desnuda la mujer se convierte en objeto de deseo. Afirma Berger que en estos cuadros las mujeres son pintadas por hombres, para observadores también masculinos, estando la mirada de la mujer dirigida al espectador hombre, como prueba de esta interacción. Según él, de ahí parte el principio de que la mujer está dispuesta a ser observada por hombres y admirada en su belleza.
Todo lo anterior puede resumirse diciendo: los hombres actúan y las mujeres aparecen[4]. Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a sí mismas mientras son miradas. Esto determina no sólo la mayoría de las relaciones entre hombres y mujeres sino también la relación de las mujeres consigo mismas. El supervisor que lleva la mujer dentro de sí es masculino: la supervisada es femenina. De este modo, se convierte a sí misma en un objeto, y particularmente en un objeto visual, en una visión (Berger, 2000:55).
En efecto, esto está presente en el discurso del doctor, en donde el hombre observa a la mujer y ella se observa a sí misma desde esta mirada masculina, preguntándose qué tiene esa otra mujer que no tenga ella. Completa un ciclo: se observa, se supervisa y decide operarse. Podemos decir que en cierta forma es esta doble mirada la que lleva a muchas mujeres a someterse a cirugías estéticas. Asimismo, durante mi trabajo de campo, constaté que el peso es una preocupación constante dentro de las mujeres. Un hecho importante, es que la abdominoplastia y la liposucción son las operaciones que más se han realizado dentro de este grupo. De las 23 mujeres entrevistadas, 7 se hicieron una abdominoplastia –algunas veces acompañada de aumento o levantamiento de busto- y 4 se realizaron una liposucción. Todas estas mujeres están casadas y tienen hijos –solo una mujer no tiene hijos-. Las edades van desde los 28 años hasta los 50 años. Una de las preocupaciones del ser madre dentro de este grupo de mujeres, es cómo la maternidad va a marcar el cuerpo y cómo le va a quitar en cierto sentido su apariencia joven, su firmeza. Las marcas corporales dejadas por la maternidad ya no son vistas como algo bonito, sino que son catalogadas como algo feo al ser asociadas a la gordura, a la grasa, a la flacidez y a la vejez. El tener hijos produjo cambios en sus cuerpos, cada vez se aceptan menos estos cambios. Muchas de ellas ven estos cambios como algo negativo, les molesta las marcas visibles que dejó la maternidad sobre sus cuerpos: la piel colgada, los senos caídos y eso gorditos que no desaparecen por más deporte que hagan. Este malestar lo pude evidenciar en mujeres de diversas edades. La ciencia ha encontrado el modo de borrar las huellas dejadas por la maternidad en el cuerpo de la mujer. Muchas de las mujeres con las que trabajé decían que al operarse sentían que volvían a tener su cuerpo de antes de la maternidad. Algunas mujeres hacen una diferencia entre el ser mujer y el ser madre. El ser madre está ligado a ocuparse del hogar y de los hijos, y el ser mujer de ellas, de su cuerpo, de su apariencia. A lo largo de la vida se negocia entre el ser mujer y el ser madre. La cirugía plástica permite que estas mujeres recuperen su estatus de mujer, al modificar su cuerpo y quitar las marcas corporales dejadas por la maternidad. El cuerpo les permite cambiar de estatus: primero de mujer al de madre, y luego con la cirugía estética de madre al de mujer. En el cuerpo se marca y se inscribe la identidad. Ellas, además, sienten el empoderamiento sobre sus cuerpos al decidir operarse y recuperar aquel cuerpo que les hacía sentir más conformes. Tienen la agencia, la capacidad y los medios para controlar sus cuerpos. Muchas mujeres ven a la cirugía estética como una opción para reconstruir sus cuerpos y con este su identidad.
“Las valientes”
Para Kathy Davis (1995), en el libro Reshaping the female body: the dilema of cosmetic surgery, los relatos de las mujeres que se operan ayudan a entender y a reflexionar a estas mujeres sobre su propia experiencia. “Cada narración es en sí misma un proceso reflexivo en el cual el individuo continuamente delibera y (re)construye su relación con su cuerpo”[5] (Davis, 1995:96). A través de los relatos, las mujeres tejen una historia, dentro de la cual, a partir de sus biografías se puede entender porque decidieron operarse. La autora afirma que siempre hay los mismos elementos narrativos, lo cual he evidenciado a largo de la investigación que realicé. Primero, en toda historia de cirugía estética existe un “antes y un después” que marca la vida de la persona y que muestra el cómo era y cómo se transformó. Segundo, en toda historia también hay una “trayectoria de sufrimiento”, dentro de la cual la narradora describe lo frustrante o dolorosa que era esa situación y cómo no había otra solución que operarse. Se coloca a la cirugía como la única opción para salir de esa situación. Tercero, a lo largo de la narración existen momentos de “deliberación y de argumentación”, en donde se justifica el haber recurrido a la cirugía estética, con argumentos a favor y en contra. Cuarto, son historias sobre la “identidad”. “El individuo reconstruye su biografía en términos de quién era antes de la operación, qué esperaba ser después de la operación y lo que es hoy” (Davis, 1995:98). Se crean historias de vida de las mujeres operadas y a través de sus historias se configura su identidad. El modificar la apariencia de una o varias partes del cuerpo, les permite tomar y tener en cierta medida control sobre ellas mismas, sobre lo que quieren ser y reflejar ante los demás. No existen identidades fijas sino que se reconstruyen y reconfiguran en función de alguna etapa de la vida. Estas mujeres cumplen un rol y participan en la construcción de su identidad al operarse, inclusive poniendo en riesgo su propia vida. Muchos de los estudios sobre cirugía estética realizados por feministas, la miran como una forma de dominación patriarcal y ven a los cuerpos de las mujeres operadas como cuerpos mutilados (Wolf, 1992). Contrario a estos estudios se sitúa el de Kathy Davis (1995) quien ve a las mujeres operadas como agentes “activos que negocian con su cuerpo” y no como víctimas de una dominación. Las mujeres investigadas negocian y deciden operarse a pesar de los riesgos, dolores y miedo que esto conlleva. María una de las mujeres con las que trabajé me dijo lo siguiente:
María: No porque ese rato yo también aprendí y dije chuta, aprendí o sea en el estado de depresión y de desánimo, de autoestima baja que un ser humano puede caer, por falta de una cirugía ve. Porque después de esas charlas que tuvimos, ya operadas se sentían en la gloria. Imagínate, pero que o sea sí hay que. Yo sí creo que las que, las personas que se operan hay como que ponerles en un sitial así de valentía verás porque no todo el mundo se opera. Quieren pero no se operan.
Casandra: ¿Miedo?
María: Exacto. Hay un tipo de valentía que sí tenemos las que nos hemos operado, arriesgando la vida. Pero te digo, gracias a Dios a mí no me paso nada y todo, y yo estoy feliz (María, 2011, entrevista).
Para María las mujeres que deciden operarse son valientes. Ella hace la diferencia entre las mujeres que quisieran operarse y no lo hacen por el miedo y las que a pesar de todo se operaron. Foucault (2003) en Vigilar y castigar: el nacimiento de la prisión, habla sobre el poder, afirma que no es una propiedad. No son los dominantes que lo poseen sobre los dominados, sino que éste circula, y se tejen relaciones de poder en donde éste se ejerce y no se posee. Asimismo, ante todo poder hay resistencia. En este caso, María al decir que las mujeres son valientes, siente que toman poder y que controlan su cuerpo. Nombrar a las mujeres de valientes es otorgarles poder y no ponerlas como objetos manipulables.
Conclusiones
Para concluir puedo decir que el tema de la cirugía estética es algo difícil de abordar ya que a pesar de que el cuerpo y la belleza son construcciones sociales, la cirugía estética es algo personal y privado al estar relacionado con el cuerpo, con lo carnal y con la subjetividad de cada individuo. Sin embargo, podemos encontrar las causas sociales que llevan a cada vez más mujeres a operarse. La cirugía estética forma parte del arte de embellecer el cuerpo. En la actualidad, ésta es considerada como otra práctica de belleza, así como pintarse el pelo, pintarse las uñas, maquillarse, etc. Sin embargo, implica una operación quirúrgica en un cuerpo sano. La naturalización de esta práctica quirúrgica de belleza aquí en el Ecuador, y particularmente dentro del grupo de mujeres de la clase alta ambateña se debe a varios factores. Primero, al ser una práctica médica validada por el discurso tecno-científico, es aceptada y naturalizada. En efecto, dentro de la sociedad el discurso médico ocupa un lugar importante. Encontramos aquí el dualismo naturaleza/ciencia, en donde el cuerpo es naturalmente “imperfecto” y la ciencia permite mejorar aquellas imperfecciones del cuerpo. Todas las partes del cuerpo pueden ser mejoradas, por lo que el negocio está asegurado ya que los individuos desde temprana edad pueden modificar la apariencia de su cuerpo mediante cirugía estética.
Segundo, es llevada a cabo por los medios de comunicación. En revistas, periódicos, programas de televisión se habla sobre la cirugía estética. Además, existe una abundancia de avisos publicitarios de centros, hospitales y clínicas que ofertan cirugía estética. Estas publicidades están regadas en las calles, revistas, periódicos e internet. Se hacen promociones, se divulgan cupones de descuento y de este modo se vulgariza está práctica mostrándola como cualquier otro producto de consumo. Muchas veces se omite el riesgo y el dolor que conlleva realizarse una cirugía, lo que permite y ayuda a una desmedicalización de la cirugía estética. En donde, se omite el lado quirúrgico y se la convierte en una práctica común de belleza, como maquillarse. Tercero, en la ciudad de Ambato, dentro de este grupo de mujeres de clase alta, he constatado que la cirugía estética es una práctica común de belleza. El gran número de mujeres que se han operado influye sobre las decisiones de las demás mujeres, convirtiendo a la cirugía estética en algo normal. Dentro de una misma familia, se operan la mamá, las hijas, las primas, las tías. El hecho de ver a mujeres cercanas que se operan y ver los resultados, hace que muchas mujeres dejen de lado el miedo, las dudas y decidan operarse. Constaté que existe un número creciente de mujeres que optan por este tipo de procedimiento y que éste se da desde edades tempranas como son adolescentes de 15 años que se operan. Se van creando redes ya que se aconsejan entre ellas doctores y operaciones.
La cirugía estética es ambigua, por una parte crea estigmas y hace que cada vez los individuos acepten menos las diferencias corporales de los demás. Sin embargo, también permite a muchas mujeres sentirse mejor con ellas, controlar sus cuerpos y reconstruir sus vidas al mismo tiempo que reconstruyen su cuerpo.
[1] Este término se lo escucha mucho dentro del habla de la cirugía estética y hace referencia a una persona que se ha operado, por ejemplo: una mujer tuneada.
[2] Con esto me refiero a que pierde el lado quirúrgico y se la considera como otra práctica común de belleza al igual que maquillarse, pintarse el pelo, etc.
[3] Los nombres tanto de los cirujanos como de las mujeres que se operaron han sido modificados para respetar la privacidad de mis informantes
[4] En cursivas en el texto original
[5] Traducción mía.
*Texto tomado del Archivo Documental “Cuerpos, sociedades e instituciones a partir de la última década del Siglo XX en Colombia”. Mallarino, C. (2011 – 2016). Tesis doctoral. DIE / UPN-Univalle.