Comunalidad, cuerpo (s) y redes sociales/virtuales: sensaciones inconclusas
Resumen:
La ponencia tiene como objetivo pensar la relación entre la comunicación mediada por la tecnología y el sentido de la experiencia corporal en las redes sociales en entornos virtuales. Intenta caracterizar la diversidad de procesos de exhibición, ocultamiento, huellas y surcos que permiten dimensionar la sociabilidad del cuerpo (Acuña, 2001) como alteridad –el cuerpo en función de los demás–. De igual manera, explora la concepción de la relación social con las cosas y los objetos (Baudrillard & Alonso, 2009), donde el cuerpo(s) vivencia(n) contradicciones entre lo privado –intimo, permitido– y lo público –socialmente, aceptado– tomando como forma la exposición del cuerpo moderno en contraste con el proceso involuntario de sonambulismo tecnológico (Winner, 1987) en el que estamos inmersos. El artículo propone un análisis de la relación entre comunicación y el cuerpo en los entornos virtuales desde los conceptos de la comunalidad (Rendón, 2003), la sensación de conexidad (Gómez & Barón, 2010), la acción conectiva (Subirats,2012) en la perspectiva de la mirada de un actor-red (Callón & Latour, 2007) que toma vigencia y relevancia en los fenómenos de interacción digital.
Plantea una indagación alrededor del cuerpo como territorio cargado de representaciones (Acuña, 2001) como una red compleja con sinfín de migraciones, donde los fenómenos de intercambio, mediación e hibridación configuran múltiples plataformas de producción participativa y colaborativa en un convergente ecosistema comunicativo/digital.
En el mismo sentido, la propuesta de ponencia rastrea el espacio resistencia, poder, control y pugna del cuerpo en la comunicación mediada por tecnología desde la inferencia del soft power: “la capacidad de alcanzar objetivos mediante la seducción antes que la coerción” (Mattelart, 2003). Se presenta un análisis de los proceso de consumo tecnológico mediado –como esclavitud voluntaria del usuario (Innerarity, 2011) y computer anxiety– planteando la dicotomía del cuerpo imaginado (López, 2000) en términos de nativos/inmigrantes digitales (Prensky, 2001), residentes/visitantes digitales (White, 2011) y/o digigeneraciones (Sartori, 1998). Otro referente que se discute en el artículo está inscrito en la existencia de la dualidad del cuerpo, como la forma de estar conectado –en línea– ó desconectado, estar implicado o excluido de los campos de la vida social que parecen asincrónicos, asimétricos y diferenciados por una tecnología como dispositivo simbólico enmarcado en la vida en las pantallas (Turkle, 1997) que transforman la rutina, la práctica y la relación de los vínculos y comunicaciones humanas. Termina, realizando un cruce e inferencia conceptual alrededor de los vínculos entre el capital social e informacional con el capital corporal (Scribano) en consonancia con los cuerpos masivos/militantes (Scribano) para la movilización como una forma de resistencia pasiva y activa.
“Comunalidad, cuerpo(s) y redes sociales/virtuales: Sensaciones inconclusas”.
“El cuerpo es el lugar y el tiempo en el que el
mundo se hace humano”
(Le Breton. La sociología
del cuerpo)
Los procesos de comunicación mediados por una tecnología implican diferencias en la construcción y la apropiación de sentidos, en tanto los fenómenos de visibilización y resignificación del cuerpo se trasladan a una nueva experiencia corporal a través de los entornos digitales. Las formas de exhibición y el ocultamiento permiten identificar la diversidad de procesos de sociabilidad del cuerpo (Acuña, 2001) como una forma de moldearlo, de formarlo y darle hechura, desde las formas normativas sociales, incluso en la red virtual, donde la corporeidad se construye socialmente en un campo simbólico con nexos sociales y sujeciones colectivas que permiten la interpretación. El cuerpo en función de los demás, facilita el escenario de la convergencia e imaginación por parte de un interlocutor, al otro lado de la pantalla mediadora, que espera llegar a tener el poder y control, como soft power: “la capacidad de alcanzar objetivos mediante la seducción antes que la coerción” (Mattelart, 2003). Estos procesos de persuasión y convencimiento de las formas expresas del cuerpo, implican la presunción de confianza y de credibilidad, para que las “potenciales” huellas y surcos (Magallanes, 2008) de la imagen pública se conviertan en una experiencia consentida de nuestro rostro y nuestro cuerpo en el entorno digital. En palabras de Le Breton, retomado por Magallanes, es la soberanía personal del propio cuerpo, como imagen permitida y consensuada.
Es decir, se plantea el discurso del cuerpo como lugar de control y poder (Foucault, Brohm, Acuña) donde se expresa la migración entre lo prohibido, lo instrumental y relacional como sensación inconclusa e indeterminada de un efecto de contradicciones entre lo privado –intimo, permitido– y lo público –socialmente, aceptado– que nos condiciona la comunicación mediada por la tecnología. “M. Merleau-Ponty (1966) decía que nuestro cuerpo no solo recapitula en todas sus partes las significaciones de las cosas y de los seres que percibe y sobre los cuales obra, sino que además está en el origen de todos los otros símbolos, siendo el cuerpo punto de referencia permanente de ellos. Por eso, solo se puede hablar del cuerpo a través de la diversidad de los discursos simbólicos formulados por cada cultura en los innumerables mitos que éstas forjaron para expresar sus fantasmas, su lógica de ideas encubierta” (Acuña, 2001, p.41). Las prioridades del mundo digital, los señores de los aires, la tercera ola y el tercer entorno caracterizan discursos y tendencias de la aldea global, donde prevalece la réplica de escenarios, donde la convergencia tecnológica apoya la creación de las condiciones de lo enunciado como vida domiciliada (Crovi, 1997) en las cuatro pantallas: televisión, cine, computador y móviles para el ámbito personal y corporal.
En la actualidad las pantallas de los ordenadores en los que nos proyectamos son nuestros propios dramas, dramas de los cuales somos productores, directores y estrellas. Algunos de estos dramas son privados, pero cada vez somos más capaces de atraer a otras personas. Las pantallas de ordenador son el nuevo lugar para nuestras fantasías, tanto eróticas como intelectuales. Utilizamos la vida en nuestras pantallas de ordenador para sentirnos cómodos con las nuevas maneras de pensar sobre la evolución, las relaciones, la sexualidad, la política y la identidad (Turkle, 1997, p.36).
En contraste, el antropólogo Ray Oldenberg retomado por Turkle (1997) reseña el llamado “gran lugar bueno” como el espacio central donde se integra socialmente el individuo con alto sentido de pertenencia. Un lugar de una comunidad dinámica y tradicional que se presenta en los bares, el café y/o los restaurantes, bastante representativo en especial en España como lugar de encuentro frecuente en los vecindarios y las zonas de vivienda. De igual manera se pueden encontrar numerosas aplicaciones virtuales y bares en el ciberespacio como: http://www.bobba.com/ o comunidades pioneras entre las que se destacan Calva.com (Francia) y CIX (Inglaterra).
Esas redes y procesos se aproximan como lo menciona Gilles Lipovetsky en La era del vacío, es una de las contradicciones entre la estrategia de la soledad que representa el individualismo del proceso de apropiación personal versus el llamado a la conexión permanente, a estar en línea y en el ágora digital de la sociedad de la comunicación. “En todas partes encontramos la soledad, el vacío, la dificultad de sentir, de ser transportado fuera de sí; de ahí la huida hacia adelante en las experiencias que no hace más que traducir esa búsqueda de una «experiencia» emocional fuerte” (Lipovetsky, 1994, p.45) que es lo que se busca en ciertos procesos de apropiación, llenar el vacío de la soledad en las compañías mediáticas o mediatizadas. La construcción de la identidad en la era de Internet, plantea Turkle la “Construimos nuestras tecnologías, y nuestras tecnologías nos construyen a nosotros en nuestros tiempos. Nuestros tiempos nos hacen, nosotros hacemos nuestras máquinas, nuestras máquinas hacen nuestros tiempos. Nos convertimos en los objetos que miramos pasivamente, pero ellos se convierten en lo que nosotros hacemos de ellos” (Turkle, 1997, p. 19).
“Al definir el «la sociedad de comunicación», como un mito, Neveu (1994) denuncia que la revolución informática recrea una idea de futuro en el que se encierran cinco promesas; la primera, asociada a la abundancia de información y de interactividad. La segunda, a la democratización de las sociedades gracias a un nuevo modo de comunicación de acceso abierto; una tercera sobre la autonomía de los individuos que participan en la producción de la información que se hace circular por las redes; en cuarto lugar, se espera la mundialización de los intercambios informativos ahora sin constricciones físicas. Por último, se anuncia la contracción del espacio-tiempo. Hoy día habría que considerar también la promesa del crecimiento económico, debido a las nuevas formas de producir, circular y consumir a través de uso de tecnologías de información y comunicación. Esto es lo que se ha llamado economía del conocimiento (information economy en inglés)” (Sagástegui, 2006, p.4). Este fenómeno de la dinámica del consumo tecnológico mediado implica una mirada sobre la relación social con las cosas y los objetos (Baudrillard & Alonso, 2009), de un cuerpo moderno que tiene un nuevo espacio de socialización y puesta en común, donde se vivencia el deseo artificial (Chomsky) de un imaginario que transita y se construye como una forma de sonambulismo tecnológico (Winner, 1987) implicando formas de relacionamiento, de segregación sutil, de homogenización y de migración de usos y prácticas cotidianas. Todo ello, se produce en el marco de la racionalidad que promociona y orienta una práctica social (formas de vida) para usos efectivos de las tecnologías. De igual manera considerada como una patología inmersa en la era de cambios tecnológicos sin procesos comprensivos del determinismo tecnológico. A manera de metáfora, es “caminar dormidos” sin plena conciencia de la envolvente realidad en que vivimos. En este mismo orden de ideas, se retoma y derivan conceptos como la comunalidad (Rendón, 2003) que son formas como se discute, se vive, se comprende y se da forma a las acciones colectivas, incluso utilizando el ecosistema comunicativo digital. Es notorio que los procesos de construcción colectiva de diversos movimientos sociales, permeados por la llamada acción conectiva (Subirats, 2011) son una nueva manera de relacionarse en las redes sociales en entornos virtuales como procesos y valoración de la intermediación, utilizando las plataformas para promover la movilización conjunta en actividades de nuestro interés.
Paralelo, se dimensionan fenómenos donde el cuerpo, es decir, el actor-red (Callón & Latour, 1990) es permeado por la sensación de conexidad como una interacción digital que refiere a la percepción “de los usuarios en la manera en que usan los computadores de acceso público, y como éstos les han transformado sus vidas, especialmente trayendo consigo nuevas formas de relaciones y un sentido de pertenencia en un mundo más amplio” (Barón & Gómez, 2012, p.113). Lo anterior nos lleva a configurar una representación del cuerpo imaginado (López, 2000) que lo clasifica y lo estigmatiza, en tanto se reseña como un cuerpo/mente, que vive en la dicotomía y el distanciamiento entre los términos de nativos/inmigrantes digitales (Prensky, 2001), residentes/visitantes digitales (White, 2011) y/o digigeneraciones (Sartori, 1998) en una comunicación mediada con las características de “esclavitud voluntaria del usuario” (Innerarity, 2011) y computer anxiety de carácter permanente, requerida y solicitada. Por último, se puede plantear que las reflexiones antes mencionadas proponen una hipótesis a seguir abordando. A mayor capital social e informacional los cuerpos masivos/militantes (Scribano) se visibilizan, se exponen y su presencialidad se hace evidente, en el circuito de las movilizaciones como una forma de hacer sentir y vivenciar su existencia en las redes sociales/virtuales. La comunicación y el cuerpo, toman forma y presencia concreta utilizando las herramientas del entorno digital.
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