Escrituras con consciencia de cuerpo: leyendo a Cixous, Lispector, Foucault.
Resumen*
El presente artículo presenta un tejido vivencial y teórico entre las teorías, escrituras de Hélène Cixous – Clarice Lispector – Michel Foucault y mías propias intentando entender no sólo ¿Qué puede una escritura desde el cuerpo?, sino, entender ese otro ver del que nos habla Hélène Cixous que se intentará dilucidar bajo la pregunta ¿qué puede el escritor que mire desde ese otro ver?, encaminada al caso particular de la novela La Hora de la Estrella. En sí, este documento es un intento de teorización sobre el lenguaje, sobre la escritura desde el cuerpo para rastrear y sentir los pensamientos de estos autores dejándose pensar lentamente, desde una actitud de recogimiento, de compromiso y responsabilidad con la vida misma.
Palabras clave: Escritura desde el cuerpo, lenguaje, literatura, ética, compromiso con la vida.
Tengo un soplo en el borde de mis recuerdos
seduciéndome, acariciando con su fuerza la masa amorfa que soy,
que es intrépido, salvaje, que muerde mis labios para salir,
que se desprende de mis muñecas para salir”
(Cixous ,2006: 22)
Introducción
Desde hace algunos años pensar en lenguaje, en escritura, en cuerpo ha sido una búsqueda que significó no sólo dejar de lado el concepto inerte que ve al lenguaje como mero instrumento de comunicación, sino ir más allá hacía algo que apunta sus raíces por un concepto de lenguaje que venga de lo que éste permite expresar por medio del cuerpo. Es el lenguaje el que reconoce el grito que sale de las entrañas de la experiencia intima del sujeto, dándole a la escritura nacida de este lenguaje carácter ético, una escritura capaz de sanar y reconciliar la relación del sujeto consigo mismo, y por ende con el otro.
No obstante, los caminos que tejen esta búsqueda chocan con el gigante y abrumadoramente arraigado olvido, ese que los ideales de la sociedad se las han arreglado para hacer distraer al sujeto, quien ha olvidado que además de pensar con el cuerpo este también siente.
Entonces, en medio de esta búsqueda, los dedos de escritura salen a la lucha, empiezan a explorar en teorías, ideas, postulados e incertidumbres porque buscan ir más allá del conformismo que ve como el cuerpo de los sujetos no habita precisamente un lenguaje que los reconozca, que vea su diferencia y favorezca su extrañeza.
Desde mi experiencia personal vengo por el camino en el que muchos como yo aprendimos a deletrear mecánicamente el espacio sin voz, sin carne, sin piel; un camino en el que muchos como yo aprendimos a alimentar la bola de pelos atravesándose en la garganta; pero cuando hay algo que lo lleva a uno al límite, a rascar la pared que lo lleva a uno a no conformarse con los discursos cansados y desgastados y vacíos que por serlos jamás son propios y que siempre dejan por fuera lo que se esconde detrás de las faldas de los silencios.
Entonces, Vengo de una voz que sale justo del torniquete que me enseñaron a hacer para <no decir>, para quedarme siempre calladita mientras que, de esas paredes cavernosas, sanguíneas que habito nunca saliera resonancia, un cuerpo que desde el útero poco a poco y en contacto con el lenguaje se le fueran despintando una a una las sensaciones para así volverse ágil en ordenar cartesianamente las emociones que podían ser dichas.
Más tarde y con la videncia que da la escritura y las lecturas, me posiciono en que la voz cuando entra en diálogo con el cuerpo y su subjetividad se convierte en propia; debido a que una mirada de los cuerpos y textos que somos hace que se permita cultivar una mirada descentralizada es decir, silvestre no domestica; tener contacto directo con la vida; posicionarse como personas particulares, en falta y por lo tanto siempre en proceso.
Entonces, poner atención a una escritura que apunta sus raíces por reconocer el cuerpo y por ende su singularidad, hace que la voz se vea como postura ética y política del sujeto, porque al pensar en una escritura que siente el cuerpo, entonces de lo que se trata es de establecer una nueva relación del sujeto no sólo con la escritura, sino con el mundo y consigo mismo para sacudir un poco al sujeto, ¿qué significa eso?, significa interiorizar la escritura.
“es un fenómeno físico, podría comparársela a la contracción que nos es más familiar, es decir, al latido del corazón, la diástole y la sístole. La pulsión, es un poco eso: el cuerpo- alma que se contrae y se distiende. Es el cuerpo en acto de escritura” (Cixous y Calle-Gruber, 2001, p. 172)
Por ello, ir al encuentro de esa voz tibia que va emergiendo de allí se hace fundamental y más cuando se ha tomado consciencia de abrir un lugar dentro de sí, un lugar donde lo pulsional, lo sanguíneo cree, rompa, se fortalezca y se atreva a explorar en los bordes, para no ocultar más las sensaciones que necesitan ser dichas, pues la escritura que nace de allí reestructura la vida de esos cuerpos, los renueva, la escritura no sólo hace visibles a los cuerpos sino, que los vuelve consientes de sí mismos para vivir, sentir, pensar con todo el cuerpo.
Entonces, escribir es romper la mudez, desatar la lengua para decir lo que es urgente y vital, el cuerpo viene a activar la voz en lo que se escribe, y en esa medida diluirse en el oficio hasta transformarlo en algo que se lleva como la sangre, los músculos, la saliva, las articulaciones, las membranas, los latidos. Una escritura que llegue a ser interiorizada por el cuerpo, como la respiración, y que desde allí sea capaz de escanear fibra a fibra las venas engrosándose y volviéndose olas sobre la piel para ahorcar la mudez.
De mis encuentros…
Cixous, Lispector, Foucault - Fuentes Que Llaman, Acogen, Velan, Cuidan La Vida
Clarice Lispector llegó a Hélène Cixous en el mismo momento en que las cartas sin destino que ella escribía resultaban cada vez más tristes y se apilaban en el rincón, para Hélène Cixous una voz de Brasil con resonancia Ukraniana prestaba tan cuidadosamente atención a la vida mientras ella muchos kilómetros más allá del mar no podía disipar las voces de la sangre que llegaban de Irán, y la hacían perecer debajo de las incertidumbres, entonces cuando escuchó esa voz con detenimiento, aprendió a enojarse con la mirada que deja por fuera el espacio para la irradiación de los sentidos, eso que hace que las miradas sean demasiados cortas y débiles, pero cuando la voz de Clarice Lispector llega y devela el ritmo tembloroso de las fuentes sobre unos oídos que hibernan, entonces esa voz- humedad, trozo de manera siempre encendido, resonante, vigoroso y que convida a escribir desde otra forma de ver.
Hélène Cixous (1995) reconoce que ella fue atravesada por los dientes de Clarice Lispector justo en “la garganta del corazón” (p.127) ese mordisco que la llevo al interior de sí misma, a una inteligencia de su ser vida, que latía ferozmente “toda entera interior “(p. 31)
Pero, si nos preguntamos ¿Qué puede un mordisco de una mujer que transita en los subsuelos, en la sutileza del estar siempre en descenso?
Con este mordisco de Clarice Lispector se puede soltar amarras y emprender el viaje, Ella es un viaje propio por las entrañas íntimas, por el arte del rozar, del velar, de atraer, y dejar venir con la regla que da el no atrapar, otra forma de ver que hace que la voz sea caminante entre los deliciosos frutos de la meditación, de la calma originaria, de la lucha que lentamente se da en el interior, da calor esa voz y salva la frescura de las cosas “el nacimiento de la vida se ve rodeada de los cuidados más delicados” (Cixous, 1995, p.110)
Clarice Lispector significó para Hélène Cixous (1995) su apertura; un vínculo visceral con “la de hablar tan profundo”, la “de ojos cerrados para oír más interiormente el canto secreto”, con la que le mostraba lentamente como fue que se pintó “de voz deseosa de estar cerca de las cosas”, y que siempre la impulsaba a ir al encuentro de cosas en la oscuridad.
No obstante, escribí en mi diario (ese que recoge datos, sensaciones, detalles oníricos) y a manera de carta les escribí a Hélène Cixous y Clarice Lispector lo siguiente:
Mi cuerpo testarudo deje ver su silueta de feto, pues me llaman a proteger, a salvar las babitas de las emociones, un feto que salva puertas y más puertas detrás de estas, y acoge lo que está escondido, lo desterrado y arrinconado donde hay orugas meciéndose, y perros salvajes sueltos, y ciempiés entre el pasto, y más y más serpientes entre las sábanas.
Retomando el ensayo y siguiendo con la ruta de este artículo, se me da por pensar en la siguiente pregunta:
¿Qué es lo que puede el hecho de acoger / velar desde la escritura cuando esta suelta amarras y se va a la deriva de lo sanguíneo?
Es cuando se puede sentir el cuerpo en la escritura, es poder estar consciente y amplio a la manera de Hélène Cixous con el “Texto, mi cuerpo” (Cixous citada por Antich, 2006, p. 39); ir a la deriva de lo sanguíneo da la habilidad de acoger el instante calientito haciéndose, des-haciéndose, el de la mirada en cámara lenta que los dedos de escritura tantean, rastrean dentro del cuerpo mientras van caminando, mojándose, haciéndose preguntas; la escritura desde el cuerpo y parafreseado lo que Xavier Antich percibe en la escritura de Hélène Cixous, es dejar restos del acontecimiento que pasa efímero, lo que no se puede apropiar de aquello que llega sorpresivamente, que no dura y que por el hecho de suceder así hace que escribirlo se convierta en algo que lo acoge para no perderlo, como si hiciésemos lo que el pintor Monet y de “esos que abandonaron las cosas para salir a la caza de una visión fugaz, imposible”. (Antich, 2006, p. 45 ). De ahí que Xavier Antich con su texto “La escritura a la deriva o movimientos sobre lo teórico en Hélène Cixous” hable de “la escritura intenta proveer al ver; de otro modo” (Cixous citada por Antich, 2006, p. 45) y desde allí “inventar un escribir donde el cuerpo vea, tocando, con ese tocar que no posee, que renuncia a la apropiación: que acoge” (Antich, 2006, p. 48); y nos confirme que es lo que en Clarice Lispector y en Hélene Cixous precisamente se evidencia.
Lo que he podido reconocer en Clarice Lispector y en Hélène Cixous es que ver de otro modo sin dominar es ver como una práctica de la espera, acogen y se desdoblan enteras en la oscuridad, “Tengo el sentimiento de escribir siempre en la oscuridad, en una ceguera que no es una ceguera extraviante sino conductora” (Cixous y Derrida, 2004. pp.95-96). Clarice Lispector y su narrativa ne parece que no es otra cosa que la vida escribiendose, “aprender a nadar por debajo de la tierra” es darle el espacio a la miopia de la que habla Hélène Cixous que más que ser incapacitadora posibilita un escribir para ver más lucidamente en la “oscuridad brillante” para que se “rehabilite lo olvidado”,para que se de el espacio a “las vías de metamorfosis, los vínculos invisibles” (Cixous, 1995) y de por sí libere “cuerpos extranjeros venidos de nuestra noche” (p. 26) De ahí, que “todo parece acercar a la escritura no a lo que ya se sabe […]”…”sino, precisamente, a lo que no se sabe, que tiene que ver con ese atravesar de la escritura el propio cuerpo” (p. 42). Un Escribir como viniendo de la mirada del otro, a quien miramos sin tocar, guardándolo, cuidándolo.
Cuando se sueltan amarras y se ve que “La carne es la escritura” (Cixous, 2006, p. 41) se da la posibilidad al cuerpo para desplegarse y es en ella donde puedes explorar, penetrar, visitar-te cuerpo, un estar atento, agudo y siempre abierto al “el cuerpo sin marco, sin piel, sin muro, la carne que no se seca, que no se envara, que no coagula la sangre loca que quiere recorrerla- para siempre”. (p. 22). Falta ver que no importa la forma en que saldra donde desde las coordenadas de Barthes (1986, pp. 56-64). No hay más género. No importa el desarrollo de un argumento ingenioso. No importan los grandes finales. El texto no es un diamante perfectamente tallado; es poroso, tiene entradas de aire, se interconecta, exhala proceso. El texto no es orgulloso; no tapa sus imperfecciones. Y la forma que tendrá es sorpresa, surge a partir de la veracidad y el arrojo del diálogo que se entabla con cada cuerpo” (Borrero, 2009, p. 115).
De otro lado, debo señalar que mis dos amigas también llaman a la lentitud, al dejar durar, al permanecer resguardando la vida siempre en proceso, y siempre en conserva y desde ahí hacer que la voz tenga un agujero pequeñito, para que el contenedor no tarde en quebrarse. Por ejemplo en La Hora de la Estrella, de Clarice Lispector, cuya narrativa es un llamado a la lentitud, al valor del dejar durar, a deshabilitar el tiempo de los relojes, al ir tras el instante poro a poro antes de que se extinga, es como robarle unos pelos a la muerte justo antes de perder la tibieza del instante, de su fuerza, en desenlace y es precisamente lo que un cuerpo puede mirar desde ese otro ver ya que experimentará a la manera de una pintura abstracta y en escritura un cuerpo fotografiandose, fotografía los movimientos lentos de la sangre aquietándose, Cuenta regresiva, la última vez que… respiro., acoge el último momento en la boca que se abre, en el instante justo antes de la extinción del latido, ¿qué dirá?, ¿cómo lo expresará?, no importa si hizo un garabato, pues aprendo a reconocer que de lo que se trata aquí es de reconoce el grito que sale de las entrañas de la experiencia intima del sujeto, y todo lo que esto implica, la huella de la mano que tiembla al ser consciente de ese grito, o la idea de la doble mano, de Hélène Cixous cuando dice “siento mujeres que escriben en mi escritura”.
Ahora bien y para que entren en diálogo, la escritura desde el cuerpo, el mirar desde ese otro ver y La Hora de la Estrella, de Clarice Lispector, señalo que el escritor que inventa Clarice en esta novela es una excusa para desarrollar su propia teoría de la narración desde el cuerpo, donde la escritura de Clarice y la propia del narrador se parecen, donde la escritura que nace de ahí viene de una mano que no oculta sus incertidumbres, y practica con el arte de tantear, un narrador que va develando lo que no se puede ver, quizás pienso que esa es la función que cumple un narrador que va viendo como con una vela a sus personajes, develandolos, con la infinita atención de lo que no puede ver el ojo comun. Entonces, el narrador dice “tengo que dar nitidez a lo que está casi apagado, a lo que apenas veo” (Lispector, 1964, p.7), y más adelante en sus continuas reflexiones sobre su camino narrativo deja ver que escribe con la maxima convición que me trajo esta ponencia “la simpleza para captar la delicada y vaga existencia”, es como decir que los dedos de escritura se llenan de incertidumbres una y otra vez pues “Es que realmente no se lo que me espera, tengo un personaje en ebullición entre las manos, y se me escapa a cada instante, con la pretensión de que yo lo recupere” (p. 8). En La Hora de la Estrella se evidencia un narrador que también siente estremecimiento por los personajes, pues su escritura desde el cuerpo hace que los personajes forjen paulatinamente en él su existencia.
Los personajes van saliendo en atisbos y revoluciones de escritura, en medio de la vida de Macabea la protagonista se cuenta como dibujos del narrador, el es alguien que pacientemente acoge, da hospitalidad, pone el oído sobre la puerta donde Macabea vive su espacio a su tiempo, sus hábitos, él no interfiere, sin embargo ella le atrae por su extrañeza profunda, en toda la narración el narrador no buscará poseerla, o atraparla. Se enternece con Macabea pues en ocasiones desearía darle un buen baño, brindarle un plato de sopa caliente, un beso en la frente para luego taparla con una manta “y hacer que cuando se despertase encontrará el gran lujo de vivir” (Lispector,1964, p. 20).
Una protagonista como Macabea que nunca había recibido regalos, y que según el narrador tan sólo el olor a carne cruda la hacía levitar, el narrador también nos cuenta que un anhelo de Macabea era que le hubiese gustado ser artista de cine, y le gustaban las películas de terror o las musicales con mujeres ahorcadas o que recibían un tiro en el corazón, además el narrador la describe como una mujer que tenía ovarios marchitos, y de tendencia suicida pero era tan amplio e ilimitado su soplo de vida que estaba “encinta de sí misma” Lispector,1964, p. 20).
Un día como esos que Macabea no volvió a repetir hizo que quitarse un diente fuera peligroso y fuera la mentira perfecta que le permitió quedarse en la casa con su soledad, disponiendo del espacio sin las cuatro Marías, sus compañeras de domicilio, para decidir bailar con la radio en alto volumen, ella en su soledad dibujaba libre, tomaba café “delante del espejo para no perderse nada de sí misma”. (Lispector,1964, p.15).
Entonces, retomo que la escritura desde el cuerpo se da tan ampliamente en La hora de la estrella donde el narrador esta haciendo que sus personajes iluminen paso a paso los vestigios de un viaje interior, a los que podemos ver en los siguientes apartados:
“Tenía vida interior y no sabía que la tenía. Vivía de sí misma como si comiese sus propias entrañas” (Lispector,1964, p. 13)
“Ella no podía explicarse a sí misma, sólo sabía ser imposible, “yo, de tanto oír que me llamaban, me convertí en mí mismo” (Lispector,1964, p. 20)
“Despierta para darte cuenta de no saber quién se es y con el transcurso de los minutos emprender el vestirse de sí misma”. (Lispector,1964, p. 15).
Entonces, veo que mujeres como Clarice Lispector o Hélène Cixous quienes tienen una gran plataforma de textos, que no son otra cosa que escribir sobre el hecho mismo de escribir. Estas mujeres saben muy bien que “la entrada del cuerpo en el texto, el cuerpo-texto, (que) provoca un corrimiento en el propio sentir el escribir” (Antich, 2006, p.53) un sentir que me lleva por parajes oníricos donde por ejemplo veo a Macabea en una habitación, donde la puerta está cerrada. veo como el narrador que está afuera de la habitación, y posa la mano sobre la puerta cerrada en la que está ella que vendría a ser su espacio íntimo y veo como él es capaz de sentir a la chica que está adentro, un narrador que nunca le habla a Macabea, y que sin embargo, con la mirada desde ese otro ver la siente respirar, recorrer su habitación, cerrar su cortinas, Vivir.
Por último y poniendo en contacto el escribir con la consciencia de cuerpo y “el cuidado de sí” tan ampliamente trabajado por Foucault que tiene que ver con un corte de las ataduras conocidas del cuerpo perseguido por la moral, requiere un ingrediente de valentía que deviene del hecho de que al vivir con la consciencia de cuerpo debemos ser responsables con nuestra existencia, a partir del cuerpo observar los síntomas, reconocer el malestar dejando para que el cuerpo se revele en la superficie de la escritura, así lo que se hace cuando se escribe no es sólo diagnosticar un cuerpo, sino al cuerpo social (Borrero, 2009, p.115 ) porque, y retomando a Foucault se habla de las espacializaciones de la enfermedad. A nuestro parecer se habla de una invitación a interrogar los cuerpos, las instituciones y la sociedad, con vía libre para ser transformados. La literatura entonces se vuelve la posibilidad de habitar los múltiples cuerpos del ser humano, ya que el gran tema de la literatura es la aventura del hombre que explora los abismos y cuevas de su propia alma”.(Díaz, 2007, p. 72)
Debido a que en nuestra sociedad estamos enfermos de no conocernos a nosotros mismos, y en la medida en que nos miremos, y nos escribamos tendremos en las manos un antídoto contra las fuerzas que no posibilitan la vida, por ello, atraves de la escritura activa un radar corporal, subterráneo, para advertir los cuestionamientos existenciales del ser y atrapa las voces de ese lugar profundo para que no se escurran o se descuarticen, para trabajarlas y dedicarse a una alquimia, que nos permite liberar energías, nos hace sentir vivos.
La literatura que se da en estos afluentes y en el caso particular de Clarice Lispector y Hélène Cixous nos vuelve profundos, nos escarba, nos desarrincona. Entonces “se ve uno llamado a tomarse a sí mismo como objeto de conocimiento y campo de acción” (Foucault, 1987, p. 46).un volverse hacia sí, al cuidado de sí mismo como el objeto más importante del que haya que ocuparse. Aprender a vivir, siempre cuidando, invitar a vivir donde el cuerpo es dispositivo de saber.
En general, la escritura que explora esos magmas que se mueven dentro del cuerpo, y que se dejan venir a condición del tiempo meditabundo, tranquilo, lento, al hecho vital de amar el instante, de salvarlo, velarlo, un faro de ver latir la vida misma. Esto es lo que me deja “una mujer en peligro de escritura, en plena escritura, escribiendo, hasta los peligros” (p.126), el vínculo inquebrantable con Clarice que me traslada a su placenta me hace escribir cosas como esta:
- Clarice, si vieras que me he quedado despierta hasta altas horas de la noche repitiendo la vida, o mejor dicho irrumpiendo sobre el papel, esperando fugazmente un gesto en camara lenta, tomado sorbo a sorbo, la asperesas que soy, movimientos en revolución debajo de la cama espero. eco de convulsiones y latidos que de repente se precipitarán en todas direcciones, Vienen y. Acogelos
A manera de conclusiones
Seria vital en nuestra sociedad la práctica del Desmirar hasta la vista sin proyectos, como ir a las fuentes, ir a buscar las ganas de vivir antes de toda explicación, antes de toda razón, antes de toda esperanza y donde una ventana silve para recordarnos que no hay nada insignificante en la zona más profunda, donde cada ser evoluciona según su propia necesidad y siguiendo el orden de sus elementos íntimos” (Cixous, 1995, p.118) en realidad se buscan que se causen efectos tales como:
Efecto 1: sujetos que empiecen a decir lo que necesitan decir. Efecto 2: abrir un agujero para la sensación que le permite al sujeto favorecer su extrañeza, Efecto 3: sentir con todo el cuerpo, la sensación bombea, la sangre goteando, y la voz creciendo, verla juguetear con los senos tibios y los labios rojos que nos recuerda el modo de seguir vivos, entonces se vuelve una escritura de la vida misma sin atavíos, la de la vida gritando en cualquier rincón o lanzando bombas de jabón, o la que timbra en alguna puerta inesperadamente y luego sale huyendo con la adrenalina que da la sensación de ser descubierto.
Tener consciencia de cuerpo en la escritura, es llevar los dedos de escritura a un viaje interior, a una exploración de ese otro ver, que deja latente la sensación de estar a la deriva, sanguíneo, viv(a/o), y abierto siempre a formas de sentir, desde esa contemplación; un sujeto que aprende a no olvidar, aprende a no tener miedo de olvidar tener miedo, que aprende percibir la memoria contenida del instante.
BIBLIOGRAFÍA
ANTICH, X. (2006). la escritura a la deriva o movimientos sobre lo teórico en hélene cixous. En M. SEGARRA, VER CON HÉLENE CIXOUS (págs. 39-55). BARCELONA: ICARA.
BORRERO, Juliana (2005).“Autobiografía de un cuerpo social”, Revista La Palabra, no. 13, pp.105-115.
CIXOUS, H. (1995). vivir la naranja. en cixous, la risa de la medusa ensayos sobre la escritura (págs. 109-153). MADRID: ANTHROPOS.
CIXOUS, H. y Mireille CALLE –BRUBER (2001). FOTOS DE RAICES. MEMORIA Y ESCRITURA , Silvana Ravinovich (trad.)Taurus , Mexico.
CIXOUS. Helen. (1995) La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura, trad. Myriam Díaz. Antropos; Promat, S. Coop.ltda. Madrid.
CIXOUS. Helen. (2006)La Llegada a la escritura., trad. Irene Agoff. Buenos Aires: Amorrortu.
DIAZ. Eduardo. (2007).Conversaciones en torno a Michel Foucault. Clínica, medicina y literatura.
FOUCAULT, Michel, (1984): La inquietud de sí historia de la sexualidad.3 Siglo veintiuno editores.
*Tomado del Archivo Documental “Cuerpos, sociedades e instituciones a partir de la última década del Siglo XX en Colombia”. Mallarino, C. (2011 – 2016). Tesis doctoral. DIE / UPN-Univalle.
La autora: Universidad Pedagógica y Tecnología de Colombia UPTC – Tunja, Colombia - zorrodelviento@gmail.com