La política de la Imagen y el gobierno de la forma/tamaño corporal: el programa Fitness ...
RESULTADO DE INVESTIGACIÓN: Proyecto de investigación: “BJGM "Visualización de Datos en el campo del Periodismo y de la Comunicación Social" - Instituto de la Comunicación e Imagen, Universidad de Chile, Santiago de Chile, Chile
Dualism, of course, was not invented in the twentieth Century. But there are distinctive ways in which it is embodied in contemporary culture, giving the lie to the social mythology that ours is a body-loving, de-repressive era. We may be obssed with our bodies, but we are hardly accepting them.
Susan Bordo
Introducción*
Es frecuente en estos días la proliferación de imágenes que prescriben cuerpos atléticos, esbeltos, sonrisas en rostros inmaculados y promesas de felicidad. Millones de mujeres y hombres - referimos aquí a la forma rígida de sexualización heteronormativa promovida y perpetuada por diferentes medios - se ven confrontados constantemente con iconografías que los/nos interpelan sugiriendo que nuestras corporalidades deben ser vistas y gestionadas según estos patrones de belleza.
En función de ello, se pone a disposición de l*s sujet*s un sin fin de productos y tecnologías que ofertan este cuerpo anhelado. Ser joven, “estar en forma” y tener un cuerpo tonificado se han convertido en las ficciones somáticas de los tiempos que corren. No hay excusas para enfermarse, tener sobrepeso o envejecer. Es una cuestión de voluntad, de querer estar bien: es nuestra responsabilidad y todos estos dispositivos están - para quienes puedan costearlos- disponibles para ayudarnos a optimizar nuestra inasible “perfecta” apariencia.[1]
Rose (2007a) atribuye este proceso de espectacularización de vitalidades “autogestionantes” a un desplazamiento en los regímenes de subjetificación de las democracias occidentales[2] en el que las tecnologías médicas (y otras expertises de la salud) devienen en dispositivos de optimización del estilo/calidad de vida de una ciudadanía activa.[3]
Ello se evidencia en el afianzamiento del dispositivo fitness en la trama urbana contemporánea, donde convergen racionalidades de tipo sanitario-terapéutico-empresarial en la promoción de un estilo de vida[4] “saludable” que prescribe la práctica regular de actividad física y la incorporación de un programa de nutrición equilibrado a un público[5] concebido en términos psico-biológicos (Landa, 2011). El modelo ideal de cuerpo que encaja (fits) en el régimen interpretativo de la “salud perfecta” es el de un cuerpo normolíneo que deviene en un indicador de eficiencia en lo que respecta al gobierno de la existencia somática de un sujeto “x” (Sfez, 2008; Landa, 2011).
Activistas en el campo de la prevención de los trastornos alimentarios advierten que los discursos (expertos y comerciales) que entronizan “el cuerpo bello y saludable” paradójicamente contribuyen a la generación de obsesiones y ansiedades respecto de nuestro/a tamaño/forma corporal, al mismo tiempo que estigmatizan/discriminan aquellas corporalidades que no se ajustan al patrón impuesto por el modelo fitness (Beausoleil, 2009). Ello se confirma en la preocupación actual que signa el discurso de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en relación con la emergencia de nuevas enfermedades, que cobran el carácter de epidémicas, y que manifiestan, entre otros desórdenes, una desviación extrema[6] respecto de la forma y el tamaño corporal. A la luz de este paradigma, la obesidad y la anorexia son los desajustes de este siglo y el foco de atención de las emergentes políticas de la salud pública mundial.
Las estadísticas señalan a los adolescentes y los niños como las poblaciones más proclives a padecer la obesidad, mientras las jóvenes adolescentes constituyen las principales “víctimas” de la anorexia nervosa (WHO, 2012).
El presente artículo supone una primera sistematización de una investigación en curso que indaga en torno a aquello que socialmente definimos como saludable o patológico a la hora de clasificar la forma y el tamaño de determinados cuerpos y los efectos que estos dispositivos de gobierno tienen sobre las formas de vida de l*s sujet*s obes*s y anoréxic*s.
En esta comunicación nos proponemos evidenciar algunas relaciones de continuidad que se presentan entre el ethos de producción de un cuerpo activo y saludable y el estilo de vida promovido por las adolescentes que conforman la comunidad virtual Pro Ana/Mia.
Para ello, en primer lugar, analizamos el ethos al que remite el cuerpo ideal del fitness. Nos concentraremos específicamente en los sentidos que adquieren los significantes calorías y grasa corporal, y el modo en que éstos operan como indicadores para la estigmatización de un/a tamaño/forma corporal que el discurso sanitario patologiza como obesidad o sobrepeso. Mostraremos cómo mediante la exhibición de determinadas imágenes se instala un proceso que infunda aversión en la población respecto de la figura del obeso y la materia grasa, y que en el caso de las jóvenes adolescentes se transforma en terror. Finalmente, abordaremos como la anorexia emerge, en este contexto que entroniza la esbeltez, en el otro extremo de esta curva normalizante, como síntoma que hiperboliza los modos hegemónicos de constitución de los cuerpos, problematizando, de este modo, los preceptos tanto del saber clínico como de los múltiples mensajes que promueven y legitiman el fitbody[7].
[1] Se instala así la idea de que la infelicidad humana parece poder eliminarse a través de dispositivos
tecnológicos, no sólo en el ámbito de la clínica, sino en un contexto social más amplio en el que se
implican fuerzas de consumidores, distribuidores y fabricantes de tecnologías.
[2] Rose (2007a) las define como democracias liberales avanzadas.
[3] Cabe destacar que estos son procesos de subjetificación característicos de la configuración neoliberal actual, y que Rose identifica en el marco de las estrategias de gobierno implementadas en torno a una población que ha de ser regulada. No obstante, nos parece importante remarcar que esta idea de autogestión normativa, más allá de los intereses del dispositivo liberal, implica pensar nuestros cuerpos como propios a sabiendas de que están constantemente expuestos a la mirada, al tacto y a la violencia de otr*s, así como pueden devenir en agencia e instrumento de todo lo anterior.
[4] Siguiendo a Bourdieu (1979), por estilo de vida nos referimos a la forma de apropiación de determinadas prácticas de consumo y actividades relacionadas con el bienestar personal o comunitario dentro de un espacio socialmente jerarquizado. La cartografía del estilo de vida, revela valores de clasificación y reproducción diferenciados que remiten a una distinción social, estructuras de clase y a una distancia social con respecto al acceso a determinados bienes.
[5] Por público se entiende un colectivo que presiona, y sobre el cual se presiona, para el despliegue de nuevos estilos de vida en el sentido de una individualización-diferenciación que se vive como obligatoria.
[6] Ya sea por supresión de la carne o su exacerbación.
[7] Se utilizará la cursiva en las palabras recuperadas del material empírico y del discurso de los sujet*s estudiados.
*Tomado del Archivo Documental “Cuerpos, sociedades e instituciones a partir de la última década del Siglo XX en Colombia”. Mallarino, C. (2011 – 2016). Tesis doctoral. DIE / UPN-Univalle.