La tecnología cómo detonante de nuevas identidades: el caso de las personas transexuales
RESULTADO DE INVESTIGACIÓN: Tesis de maestría: “Cuerpos en tránsito: la construcción del cuerpo en un grupo de transexuales en Tijuana”- Maestría en Estudios Culturales, El Colegio de la Frontera Norte, A.C., Tijuana, México
Introducción*
En la actualidad existen un sinfín de procedimientos estéticos, quirúrgicos y endocrinológicos para modificar el cuerpo de las personas con base en un ideal de belleza dictado por la industria de la moda y el consumo compulsivo, desatando que cada vez más personas recurran a la modificación corporal de acuerdo a la imagen de su deseo. No obstante, dichas modificaciones están relacionadas con distintos dispositivos biopolíticos para controlar el cuerpo, en donde el género es de vital importancia para la subjetivación de los individuos que deciden someterse a distintos procedimientos estéticos en busca de su apariencia ideal.
De la intersección entre los dispositivos de género y la modificación corporal surgen nuevas identidades como sucede con las personas que deciden cambiar de sexo/género transgrediendo las barreras naturalizadas de los cuerpos sexuados. Por ello la presente ponencia es una reflexión que surge del trabajo de campo que realicé en una investigación más amplia en la ciudad de Tijuana, Baja California, con hombres y mujeres transexuales que se sometieron a intervenciones quirúrgicas y consumo de hormonas para transformar su cuerpo. Me gustaría apuntar cómo la tecnología, entendida como una empresa ideológica que construye artefactos para controlar, moldear y crear cuerpos y subjetividades, es resignificada por las personas para construirse a sí mismas y reposicionarse frente a estos mecanismos de control. Así pues, la tecnología forma sujetos a la vez que es una plataforma para la creación de nuevas comunidades diversas que escapan a la norma de las estructuras de género.
Un acercamiento a la transexualidad
El sujeto transexual surge a mediados del siglo XX[1] pues es cuando se desarrollan las técnicas endocrinológicas en el ámbito sexual y tratamientos hormonales para modificar el cuerpo humano (Frignet, 2003). A partir de este momento se empiezan a crear conceptos, herramientas y técnicas desde las ciencias psi[2] y la biomedicina para dar alivio a las personas que no sentían que su cuerpo representara el sexo/género que deseaban, que se travestían o que sus características anátomo-fisiológicas[3] eran ambiguas bajo los parámetros del binomio dicotómico hombre/mujer.
Es alrededor del estudio de estos sujetos que se crean grupos de estudio, clínicas especializadas y cátedras en las universidades estadounidenses y europeas en torno a cómo tratar, desde la visión médica, a las personas que sufrían desordenes de identidad de género. El desarrollo de esta empresa dio como resultado la proliferación de conceptos en torno a la sexualidad humana, tales como identidad sexual, de género, diferencia sexual, entre otros, además de generar categorías para cada tipo de supuesto desorden en el esquema de género. De ahí se desprendió lo que hoy conocemos como transexualidad que es el término con que se conoce comúnmente a las personas que sienten que las atribuciones sociales de género que se les imputa a sus cuerpos no son las correctas.
Esto sucede en una época donde la sexualidad se vuelve un producto del capitalismo avanzado dentro de la sociedad de consumo. Es después de la segunda guerra mundial que se echa andar una maquinaria para el estudio de la sexualidad y el sexo, pues la tecnología médica tiene un gran avance gracias a las investigaciones que se realizaban para ayudar a los miles de soldados que resultaron mutilados durante la guerra. A partir de este momento surgen una serie de dispositivos de control social del cuerpo de hombres y mujeres por medio de la tecnología médica, se sintetizan por primera vez los estrógenos, se crea la píldora anticonceptiva y se dan los primeros avances en la operación de resignación sexual (Preciado, 2008). En este sentido el sujeto transexual surge, como apunta Foucault (2010), de un conocimiento que crea un campo de saber/poder para corregir, clasificar y normalizar a las personas que salen de la norma. Es desde ahí que surge la necesidad de darle alivio al malestar que decían sentir las personas transexuales ideando una serie de técnicas quirúrgicas, estéticas y endocrinológicas para modificar sus cuerpos y poderlos asimilar dentro del sistema sexo/género. Así se echó a andar una empresa psicológica, psiquiátrica, y médica para modificar el malestar psíquico de estas personas mediante la transformación corporal.
Es durante los años cincuenta, en Estados Unidos y Europa, que se empiezan a ofrecer las primeras terapias psiquiátricas, suministrar hormonas y a realizar cirugías de reasignación de sexo (Hausman 1998, Billings y Urban, 1998). Pero no fue hasta la famosa operación realizada en Dinamarca a Christine (George) Jorgensen en 1953 que surge la transexualidad como hoy la conocemos. Gracias a los trabajos de Harry Benjamin, mejor conocido como el padre de la transexualidad, se dio pie a grandes discusiones sobre la pertinencia de realizar operaciones para cambiar de sexo en los ámbitos académicos (Billings y Urban, 1998). Sin embargo, se empezaron a llevar a cabo operaciones dentro de las clínicas de las universidades como la Universidad de John Hopkins. Durante esa época se realizaron un gran número de cambios de sexo que se vislumbraban como un triunfo de las ciencias médicas, de la psicología y la psiquiatría.
Aunque un gran número de personas pedía cambiar de sexo, éstas no tenían un reconocimiento social más que como enfermos mentales, y en la mayoría de los casos no podían acceder a cambiar sus documentos oficiales con su nueva identidad sexo/genérica. Además, no todas las personas que tenían estos sentimientos de incompatibilidad con su identidad de género podían acceder a dichos tratamientos médicos de forma gratuita y muchos vivían en la clandestinidad por la exclusión y el rechazo social al que eran sometidos al romper las normas de género. En este sentido el acceso a ciertas tecnologías es diferenciado dependiendo de la clase social puesto que las personas que tienen menos recursos la mas de las veces son las que llevan a cabo su modificación ellas mismas, como veremos más adelante.
No fue hasta los años sesentas con la revolución sexual, con los movimientos feministas y lésbico-gay, que las personas transexuales alzan la voz para producir un movimiento político en pro de sus derechos. Es desde esta trinchera que Virginia Price en 1978 acuña el termino trans people para referirse a personas transexuales y travestis que no precisamente deseaban una operación de reasignación de sexo (Lamas, 2009). Estas reivindicaciones políticas que empezaron a desarrollarse principalmente en los países denominados del primer mundo pusieron el dedo en la llaga sobre la construcción de la sexualidad y el género. Así empezaron a surgir nuevas identidades que ponían en el centro de sus reivindicaciones sus preferencias sexuales, las cuales se empezaron a dispersar a lo largo del mundo gracias a los procesos de globalización y recientemente a los medios de comunicación como el internet. Hoy en día estas reivindicaciones políticas en torno a las identidades sexuales han traído consigo una serie de reapropiaciones y resignificaciones dentro de las estructuras de género y sobre todo de la tecnología que en un principio había sido creada para normalizarlos ahora es reconvertida para crear cuerpos insurrectos que transgreden los binarios hombre/mujer.
Género y tecnología
En la transformación del cuerpo transexual intervienen una serie de dispositivos culturales que producen cuerpos de hombres o mujeres bajo significados de género. Esta serie de dispositivos son los que construyen la frontera de los cuerpos sexuados. El cuerpo entonces se vuelve el campo de disputa por los significados de la identidad. Dichas disputas se realizan por medio del control de los cuerpos para que obtengan formas, maneras, y actitudes de acuerdo a las normas de género. A esto Foucault le llama biopolítica que es el ejercicio de poder y control sobre los cuerpos de los sujetos para hacerlos útiles y obedientes, donde ya no se tiene que ejercer un control por medio del castigo, sino por medio de la vigilancia y la interiorización de las estructuras de poder (Foucault, 2009). Las estructuras de género son una forma de biopolítica porque ejercen un control sobre los cuerpos y la sexualidad de los individuos en donde lo femenino/mujer es devaluado sobre lo masculino/hombre. El campo de discursos que se ejerce sobre los individuos separa las fronteras de lo normal y patológico jerarquizando las conductas sexuales excluyendo las que se consideran anormales.
Estos discursos biopolíticos han creado las herramientas para corregir las conductas y los cuerpos de las personas transexuales. Dichas herramientas surgen de las tecnologías que se han creado para modificar, reparar y mutilar los cuerpos con base en las formas hegemónicas de ser hombre o mujer. Para Foucault la tecnología se refiere a las formas en que los dispositivos de poder actúan sobre el cuerpo de los individuos para moldearlo y controlar sus acciones y propone cuatro formas: “1) tecnologías de producción, que nos permiten producir, transformar o manipular cosas; 2) tecnologías de sistemas de signos, que nos permiten utilizar signos, sentidos, símbolos o significaciones; 3) tecnologías de poder, que determinan la conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de fines o de dominación, y consisten en una objetivación del sujeto, 4) tecnologías del yo, que permiten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad” (Foucault, 1990:48).
Estas tecnologías actúan al mismo tiempo en diferente grado de intensidad en el cuerpo, y en las relaciones que enmarcan la vida social de los individuos. Sin embargo, me centraré en el cuarto elemento que muestra el autor, porque plantea la posibilidad de transformar el cuerpo, el alma, la conducta por cuenta propia o con ayuda de otros, que en este caso dicha función la realizan las personas transexuales a través de internet, las amistades, la práctica médica u otros.
De ahí se desprenden dos dimensiones en la transformación del cuerpo transexual que me permiten comprender el proceso de cambio, por un lado, se encuentra, el uso de la tecnología y por otra la modificación de la subjetividad individual. Es decir, les ofrece a las personas transexuales, por una parte, modificar su cuerpo física y fisiológicamente, puesto que el consumo de hormonas produce en los hombres transexuales amenorrea, crecimiento del vello, crecimiento del clítoris, voz gruesa y para las mujeres transexuales, les provoca, piel más suave, disminución de la libido, disfunción eréctil, entre otros; y por la otra permite la transformación de sí mismos, es decir, la resignificación de su identidad por medio de acercar su corporalidad a sus sentimientos de ser hombres o mujeres.
Además, la tecnología es desplegada de distinta manera si queremos producir un cuerpo femenino o masculino. Al respecto De Lauretis (1989) construye el concepto de tecnologías de género que están basadas en los discursos institucionales que tienen el poder de “controlar el campo de significación social y entonces producir y promover e “implantar” representaciones de género” (De Lareutis, 1996: 25), además, actúan a través de técnicas como los medios de comunicación, como el internet, la televisión, revistas, cine, entre otros. Estas implantan por medio de representaciones, formas, figuras, maneras de ser hombres masculinos y mujeres femeninas.
Sin embargo, la tecnología que me ocupa en esta reflexión es la que emana de los discursos que normalizan el cuerpo y las conductas, que han creado las técnicas médicas para modificar el sexo/género de las personas. Puedo nombrar dos técnicas primordiales para intervenir el cuerpo que involucran a las personas transexuales: las hormonas y las intervenciones quirúrgicas. Gracias al refinamiento de estas técnicas es que ahora se denota como un triunfo de las ciencias médicas el cambio de sexo/género de una persona. Siempre y cuando cumplan los protocolos que estos le imponen. Esto se logró como una alternativa para subsanar el malestar psíquico que sufrían las personas que tenían un sentimiento certero de pertenecer al sexo/género contrario al de su cuerpo biológico.
No obstante, los individuos no son agentes pasivos que ante las imposiciones biopolíticas de género pues crean estrategias de resistencia corporal para reivindicar su identidad en donde resignifican las herramientas tecnológicas para producir sus corporalidades. Este es el caso de las personas transexuales que no cuentan con los recursos económicos para recurrir a especialistas médicos y realizan ellos mismos su modificación corporal (Domínguez, 2012). Aun las personas que cuentan con los medios adquisitivos para acudir a profesionales médicos en ocasiones los utilizan a su favor resignificandolos para lograr su transformación corporal[4]. Es decir, las personas transexuales se reapropian de algunas herramientas tecnológicas para reivindicarse como hombres o mujeres trasgrediendo las fronteras de los cuerpos sexuados.
Según Beatriz Preciado (2007) las tecnologías que en algún momento fueron creadas para normalizar los cuerpos de las personas han sido reapropiadas creando distintas corporalidades que reivindican identidades en los márgenes de las estructuras de género. Para la autora el género, entonces no es sólo un efecto de la performance sino es un proceso de incorporación de los avances tecnológicos que modifican de manera permanente el cuerpo para la formación de nuevas identidades. Estas nuevas identidades producen desplazamientos en el campo de significaciones de género donde la modificación corporal se vuelve el enclave de las reconfiguraciones de lo femenino y masculino (Domínguez, 2012). Es desde esta trinchera que las personas transexuales han generado una serie de saberes acerca de cómo transformar sus cuerpos de cuerdo a la imagen que ellos desean, a sus creencias, pero sobre todo al margen de la práctica médica, psicológica y psiquiátrica que intenta normalizar sus conductas y sus cuerpos para marcar la coherencia entre el sexo/género/deseo.[5]
En busca del cuerpo trans: la tecnología como eje rector de la transgresión
Durante el trabajo de campo que realicé en Tijuana, Baja California di cuenta de las prácticas corporales que realizan los y las transexuales para modificar su cuerpo. Estas prácticas están basadas en una serie de saberes que han ido adquiriendo a lo largo de estos años mediante la experimentación y transformación de sus cuerpos. Es decir, con el tiempo, en específico, las mujeres transexuales han adquirido saberes que se transmiten de forma oral, por medio del internet, o de generación en generación para transformar su cuerpo. Estos saberes constituyen un conocimiento que ha surgido por medio de apropiaciones y resignificaciones de los discursos normalizadores en los que se basa la práctica médica.
Entre las prácticas corporales incluyen: tomar hormonas, realizarse intervenciones quirúrgicas y tratamientos estéticos, modificar los movimientos de su cuerpo, cambiar de voz, utilizar cierto tipo de vestimenta, maquillaje, uso de pelucas, implantes, artefactos para ocultar sus atributos sexuales (como vendas para ocultar el busto o calzones especiales para ocultar el pene), entre otras. Estas prácticas rutinarias están íntimamente relacionadas con la construcción de su identidad porque cada cambio en su cuerpo es experimentado como una forma de llegar a ser miembros del sexo/género al que siempre desearon pertenecer. En este sentido las reapropiaciones tecnológicas de las personas transexuales para moldear sus cuerpos funcionan como un referente de identidad que adquiere atributos masculinos y femeninos según sea el caso.
Dichas reapropiaciones tecnológicas se realizan en un contexto económico precario[6] donde las personas transexuales crean e idean formas para modificar su cuerpo dentro de la pobreza, el rechazo y la discriminación. Es muy común encontrar personas trans que conozcan todo tipo de hormonas, sus efectos, cómo pueden afectarles fisiológicamente, así como, saber de anatomía, cómo son las cirugías estéticas que desean, cuáles son los efectos colaterales, entre otros. Además, la administración de sustancias que no fueron creadas para modificar el cuerpo, son la base principal en la transformación de muchas personas transexuales como por ejemplo el uso de aceite vegetal, silicón industrial, gasolina para aviones, entre otras sustancias.
De ahí que algunas personas transexuales reconstruyan su cuerpo con base en la experimentación corporal, el de sus congéneres y la resignificaciones de la práctica médica. Por ejemplo, las mujeres transexuales tienen creencias y saberes sobre la administración hormonal, es bien sabido en la comunidad que la hormona llamada perlutal[7] administrada intramuscularmente es la que tiene mejores efectos. Por ello se inyectan las hormonas directamente en los pectorales para que les crezcan a manera de senos, en las caderas y glúteos para tener una figura curvilínea. Independientemente de los problemas de salud que estas prácticas les atraigan esto queda de lado cuando se trata de crear su identidad mediante la adquisición de atributos corporales femeninos. También algunos hombres transexuales recurren a prácticas de riesgo como tomar testosterona, esteroides y anabólicos sin prescripción médica para producir un cuerpo masculino preferentemente lo acompañan de ejercicio y por lo general consiguen estas sustancias en algunos gimnasios.
Las formas en que son administradas las hormonas principalmente para modificar el cuerpo de las personas que se asumen como trans son aprendidas por medio de comunidades en internet, grupos de apoyo y con amistades. Esto constituye un conocimiento que escapa de la vigilancia y restricciones tanto psiquiátricas como médicas generando así cuerpos que escapan de la norma reapropiándose de tecnologías que en un principio servían para controlarlos ahora sirven para dar lugar a subjetividades nuevas con cuerpos diversos.
Me refiero a cuerpos diversos porque el consumo de hormonas, las cirugías, tratamientos estéticos y las modificaciones corporales traen consigo alteraciones fisiológicas y anatómicas que se escapan de los efectos deseados por las personas trans. Entre ellos se encuentran las consecuencias secundarias de suministrarse hormonas como el atrofiamiento de pene, testículos, y matriz, subir de peso, ataques cardiacos, accidentes cerebrovasculares, coágulos en los pulmones y en piernas, deformaciones corporales, endurecimiento de ciertas zonas del cuerpo, cicatrices, entre otras. Además de que la mayoría de las personas trans ya sean hombres o mujeres, al menos en México, no se realizan la operación de reasignación de sexo produciendo hombres con vagina y mujeres con pene. Este tipo de cuerpos modificados tecnológicamente forman estéticas diversas que transgreden la frontera de los cuerpos sexuados, creando nuevas corporalidades e identidades haciéndolos ininteligibles dentro de las estructuras de género de tal suerte que se quedan en los intersticios de normal y lo patológico. Formando parte de lo abyecto, se les ve como lo “otro”, es decir, aquello que no es humano que se encuentra fuera del reconocimiento de la matriz cultural de género. Lo abyecto es “lo otro del sujeto, que incluye a aquellos otros que presentan características sexuales o raciales diferentes del sujeto hegemónico” (Soley-Beltran, 2009:45). Ser parte de lo abyecto, es ser aquello que no puede ser cognoscible para los discursos hegemónicos, pues, dictan, normalizan e instituyen formas de pensar, de ser, de construirse como sujeto.
Así pues, a través del perfomance que es la repetición estilizada de las normas de género (Butler, 1991) y la tecnología que es la manera como intervienen sus cuerpos las personas trans logran transformar su cuerpo transgrediendo la matriz cultural de género.
Por lo tanto, el “género no solo es un efecto performativo, es sobre todo un proceso de incorporación prostético[8]” (Preciado, 2007: 31). Este proceso de incorporación prostético es la transición por la que pasan las personas transexuales para convertirse en hombres y mujeres resignificando su identidad. Es decir, mediante la experimentación de sus cuerpos, la resignificación de la tecnología que los sujeta y el uso de artefactos externos (pelucas, prótesis, silicona, aceite vegetal, entre otros) logran transformar su cuerpo de acuerdo a su identidad. De ahí que la transexualidad sea hija de una época donde se empezaba a dar una revolución social en cuanto al control corporal mediante el uso de la práctica médica para intervenir el cuerpo a la vez que es una transgresión a ese sistema de dominación. En este sentido la transexualidad es una identidad emergida de capitalismofármacopornográfico que ha encontrado mediante la reapropiación de la tecnología una forma de subjetivación por medio de moldear el cuerpo como mejor les convenga con su identidad.
Para Preciado (2008) el capitalismo fármacopornográfico se define como “un nuevo régimen del control del cuerpo y de producción de la subjetividad que emerge tras la segunda guerra mundial, con la aparición de nuevos materiales sintéticos para el consumo y la reconstrucción corporal (como los plásticos y la silicona), la comercialización farmacológica de sustancias endocrinas para separar heterosexualidad y reproducción (como la píldora anticonceptiva, inventada en 1947) y la transformación de la pornografía en la cultura de masas” (Preciado, 2010 :112-113). Esto por supuesto ha traído consigo que los individuos se subjetiven a sí mismos de acuerdo a las intervenciones tecnológicas que son creadas para producir cuerpos femeninos y masculinos, sin embargo, esto también ha propiciado la aparición de nuevas comunidades que ven en la tecnología una forma de disidencia a los dispositivos de género, raza y clase social. Entre ellos se encuentran las personas transexuales que, aunque su vida sea precaria, constituyan cuerpos abyectos, tengan las mal altas tasas de VIH/SIDA, drogadicción, sufran discriminación y violencia simbólica y física encuentran una manera de llegar a ser mediante la modificaciones corporales y la apropiación de la tecnología.
A manera de conclusión
Si como apunta Preciado (2010) en la actualidad el capitalismo fármacopornográfico es una forma de control de los placeres, la sexualidad y el cuerpo de las personas a través de la industria médica con el fin de sacar ganancias a través de capitalizar los deseos. Una paradoja de esta situación es la transexualidad puesto que esta surge en la época en donde se maximiza la intervención biomédica en el cuerpo para moldearlo, modificarlo y controlarlo a la vez que los sujetos transexuales han resignificado ese control por medio de reapropiarse de las tecnologías que surgieron para corregir sus cuerpos anómalos. Es así que este sujeto que emerge desde un campo de saber/poder/control toma prestado toda esa maquinaria y crea sus propios parámetros de significación por medio del uso de la tecnología en sus cuerpos al margen de la práctica médica. De ahí que “el cuerpo transexual es un artefacto tecnológico, una construcción quirúrgica y hormonal, un moldeamiento plástico apoyado en una voluntad firme” (Le Breton, 2007: 35). El sujeto transexual es hijo de la era fármacopornográfica a la vez que se convierte en una de sus principales figuras de la disidencia porque no solo transgreden la frontera sexo/género sino las fronteras de lo que se considera humano o no humano.
Para Butler (1991) la diferencia entre lo que se considera humano o no humano estriba en aquello que es aprehensible a la mirada del otro, aquello es reconocible para un sujeto hegemónico que dicta las condiciones materiales de existencia. De esta forma las personas transexuales con cuerpos diversos perturban la mirada, la identidad, el sistema, el orden, rebasan los límites y las reglas deslizándose a lo abyecto. En este sentido el cuerpo transexual es abyecto, pero no de la naturaleza sino de la tecnología que intento en algún momento moldear, controlar y normalizar, ahora se revierte, para crear cuerpos insurrectos que interpelan los dispositivos tecnológicos de género. 109
Bibliografía
Billings Dwigth y Urban Thomas, 1998, “La construcción socio-médica de la transexualidad: interpretación y crítica” en Nieto José Antonio (compilador), Transexualidad, transgenerismo y cultura. Antropología, identidad y Género, Madrid, Talasa, pp. 91-121.
Butler, Judith, 2001, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, México, Paidós/ UNAM/ PUEG.
De Lauretis, Teresa, 1996, “La tecnología de Género”, en María Echaniz Sans (Trad.), Diferencias, etapas de un comino a través del feminismo, España, Cuadernos inacabados-Horas y Horas, pp. 33-69.
Domínguez Cornejo Matilde M. (2012). Cuerpos en tránsito: la construcción del cuerpo de un grupo de transexuales en Tijuana. Tesis de Maestría en Estudios Culturales. El Colegio de la Frontera Norte, A.C. México.
Foucault Michel, 2009, Historia de la sexualidad 1. La voluntad del saber, 2° edición, México, Siglo XXI
---------------------- 1996, Vigilar y castigar: el nacimiento de la prisión, 2° edición, México. Siglo XXI.
---------------------- 1990, “Tecnologías del yo” en Foucault Michel, Tecnologías del yo y otros textos afines, Paidós/I.C.E./ U.A.B., Pensamiento Contemporáneo 7, Barcelona, pp. 45-94
-----------------------1979, “El sujeto y el poder”, en Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow, Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica, México, UNAM/IIS, pp. 227-244.
Haussman Bernica, 1998, “En busca de la subjetividad: transexualidad, medicina y tecnologías de género” en Nieto José Antonio (compilador), Transexualidad, transgenerismo y cultura. Antropología, identidad y Género, Madrid, Talasa, pp. 193-232
Preciado, Beatriz, 2010, Pornotopía: Arquitectura y playboy durante la guerra fría, Barcelona, Anagrama
---------------------- 2007, “La invención del género, o el tecnocordero que devora a los lobos” en Conversaciones feministas. Biopolítica, Buenos Aires, Edición dirigida por Ají de pollo, p.p. 15-38. 110
---------------------- 2003, “Multitudes queer. Notas para una política de los "anormales"”, en Revista Multitudes. Nº 12. París, p.p. s/n, en http://multitudes.samizdat.net/rubrique.php3?id_rubrique=141, consultado el 13 de abril del 2012.
[1] Existe discrepancia en torno a desde cuando se empieza hablar de transexualidad pues algunos autores marcan el uso del término desde el siglo XIX, pero no fue hasta los años sesentas que el concepto empezó a tomar relevancia pues se crean las técnicas y se populariza la operación de cambio de sexo (Billings y Urban, 1998).
[2] Se le llama ciencias psi al conjunto de disciplinas que se ocupan, primordialmente de una visión esencialista, de estudiar las conductas humanas entre estas están la psicología y la psiquiatría
[3] Me refiero a los estados intersexuales definidos como anomalías genéticas que producen cuerpos con caracteres sexuales ambiguos al nacer o lo que antiguamente se le llamaba hermafroditismo.
[4] Uno de estos casos es el de Agnes a principios de los años sesenta se le realizó una vaginoplastia bajo la autorización de un equipo multidisciplinario de la Universidad de California, en Los Angeles (UCLA) que dirigía Robert Stoller y en el cuál se encontraba Harol Garfinkerl. Se operó a Agnes porque tenía una deformación genital que la incluía en la rama de los intersexuales. La sorpresa vino años después cuando Agnes declaro que nunca había padecido alguna condición intersexual y que desde la pubertad consumía hormonas que le robaba a su mamá (Preciado, 2007).
[5] Para Butler la triada sexo/género/deseo es una coherencia arbitraria basada en la matriz heterosexual que define como matriz heterosexual “la rejilla de inteligibilidad cultural a través de la cual se naturalizan los cuerpos, géneros y deseos” (Butler, 1991:38) para “caracterizar un modelo discursivo/epistémico hegemónico de inteligibilidad de género, el cual supone que para que los cuerpos sean coherentes y tengan sentido debe haber un sexo estable expresado mediante un género estable (masculino expresa hombre, femenino expresa mujer) que se define históricamente y por oposición mediante la práctica obligatoria de la heterosexualidad” (Butler, 1991:38).
[6] Considero la precariedad en el sentido que le otorga Butler (2010) puesto que “designa una condición políticamente inducida en la que ciertas poblaciones adolecen de falta de redes de apoyo sociales y económicas y están diferencialmente más expuestas a los daños, la violencia y la muerte” (Butler, 2010: 32).
[7] También consumen Cilcofemina, Premarin, Lutural con estrógenos, Cuerpo Amarillo y Dianex todas contienen distintos grados de estrógeno y progesterona.
[8] Preciado (2009) utiliza la palabra prostético haciendo alusión a las prótesis que utilizan las personas transexuales para modificar sus cuerpos.
*Texto tomado del Archivo Documental “Cuerpos, sociedades e instituciones a partir de la última década del Siglo XX en Colombia”. Mallarino, C. (2011 – 2016). Tesis doctoral. DIE / UPN-Univalle.