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Tecnologías de visualización e imaginario corporal en el discurso neuropsicológico contemporáneo*


 

RESULTADO DE INVESTIGACIÓN: Proyecto de investigación auspiciado por el Centro de Investigaciones Sociales y el programa de Iniciativas de Investigación y Actividad Creativa Subgraduada (iINAS) del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

 

Colocar el cuerpo en el centro de la reflexión nos invita a pensar sobre los diversos discursos que motivan la mirada en la construcción de fronteras. Esta ponencia tiene dos objetivos principales. En primer lugar, llamo la atención sobre las formas en las que las tecnologías de visualización impactan la construcción de cuerpo en el discurso neuropsicológico y cómo la utilización de estas tecnologías coloca la investigación en un contexto de época y cultura que reta la pretendida neutralidad científica. En segundo lugar, señalo la importancia de trascender el reduccionismo neurofisiológico ampliando los métodos de investigación para incorporar nuevos modelos conceptuales y métodos cualitativos. Claudia Benthien (2002) realiza un análisis de una muestra literaria del Siglo XVII al XIX donde se incluyen textos de Kafka, Jham, Nietzsch, Plath, Hawthorne y otros.


En sus conclusiones establece que las mujeres y los niños aparecen como menos proclives a ocultar sus sentimientos, lo que aparece metafóricamente plasmado como una “epidermis diáfana” en varias de las obras analizadas. La piel europea por considerarse blanca, en contraste con la negra africana, muestra una tendencia a ser concebida más femenina y por consiguiente más reveladora. En síntesis, la imagen del cuerpo que se genera es porosa, un cuerpo del que se puede escapar algo involuntariamente. En su análisis de las prácticas cosméticas e higienistas del Siglo XVIII vemos cómo éste imaginario de la piel porosa adviene como problema en el proceso de desarrollo de la Modernidad hasta el siglo XIX. Entonces emerge “el cuerpo burgués” como imaginario hegemónico, como cuerpo con una superficie bidimensional y llana. Este es el tipo de superficie que puede ser entonces codificada semióticamente. En otras palabras, este cuerpo puede ser asumido como signo en circuitos de comunicación. Por ejemplo, emerge la fisionomía (estudio de las características físicas de una persona) y la patognomía (estudio de los signos y síntomas) como disciplinas importantes donde la piel aparece como superficie lista para ser interpretada.


Al mismo tiempo, especialmente dentro de la nobleza, la piel debe aparecer más natural que en el siglo anterior. Emerge un imaginario donde la piel aparece como capaz de revelar la esencia de la persona, es decir, su intimidad, sus pensamientos, actitudes y deseos más ocultos. De forma tal que, la literatura del Siglo XIX en adelante proyecta en esta superficie diversas personalidades, estados de ánimo y formas de ser (Benthien, 2002). Este discurso tiene su correlato en la disciplina psicológica de la época, la piel aparece como superficie donde se proyecta la psiquis. El desarrollo de la psicología como disciplina adopta este imaginario sobre el cuerpo donde la piel se concibe en su doble modalidad: como superficie cerrada pero al mismo tiempo porosa. Así permite realizar no solo diagnósticos sino también emplear aparatos tecnológicos (cámaras y vídeos, por ejemplo, o tecnología digital de visualización en la contemporaneidad) que permitirían la lectura e interpretación de estos signos. No obstante, en el discurso psicológico estos dispositivos o aparatos solo se conciben en exterioridad al sujeto. Los aparatos son vistos como herramientas que asisten en procesos asociados al trabajo, al desarrollo humano, en las relaciones interpersonales, pero de ninguna forma se presentan como parte integral-orgánica de la formación de la subjetividad en tanto portadores de entendidos o creencias de época. Benthien (2002) señala que en el siglo XIX es especialmente relevante para el desarrollo de la investigación psicológica el hecho de que la semiotización de la piel como frontera corporal permite el establecimiento de nuevas formas de separación entre el self y el otro. En este caso, a través de la lectura de la superficie corporal (color, marcas como lunares, cicatrices, erupciones, etc.) se establecen categorías, jerarquías y asimetrías entre grupos poblacionales e incluso al interior de éstos. Esta trayectoria va desde Kretschmer que asignaba ciertas constituciones físicas a partir del diagnóstico maniacodepresivo o esquizofrenia (esquizotimia-ciclotimia), o las tipologías de Sheldon, en los años cuarenta del siglo XX, que atribuía rasgos de personalidad a partir de características físicas, hasta los diagnósticos psicosomáticos y psicogénicos, pasando por innumerables ensayos de psicología popular sobre qué dice la cara o el cuerpo sobre la personalidad o la psicología particular de una persona. También permite la construcción del sujeto como objeto de estudio donde el cuerpo – a diferencia del campo de la Medicina- puede ser estudiado solo desde su exterior, desde una frontera que permitirá hacer inferencias psicológicas. Añado que el estudio de este objeto no sólo se realiza mediante la observación-interpretación directa de su comportamiento y/o su discurso, sino que también mediante observación a través de aparatos tecnológicos (fotos, grabación de audio o vídeo, espejos unidireccionales, y otros aparatos). El Laboratorio de Gesell en 1948 es un invento que ilustra de manera extraordinaria el tema anterior. Aunque la utilización de este tipo de tecnología tiene una larga historia en la práctica psiquiátrica- baste con recordar las imágenes fotográficas de La Sâlpetrière en plena Belle Epoque en París que asistieron a Charcot a reinventar la histeria- lo particular del trabajo de Gesell es que no se dirige a teorizar la patología, sino más bien su trabajo teórico produciría los parámetros dentro de los cuales se entendería el desarrollo infantil normal.


En este caso los artefactos tecnológicos son vistos desde una perspectiva externa al cuerpo y por consiguiente “neutrales”.[1]


Graham Beaumont (2008) insisten en que si está ocurriendo una revolución en el área neuropsicológica se debe a la incorporación de la tecnología de visualización médica en la investigación neuropsicológica, refiriéndose a la incorporación de la tomografía computarizada y otras técnicas afines.[2] Este autor nos dice que hay una gran cantidad de literatura que utiliza especialmente esta tecnología para intentar decir algo sobre las articulaciones entre el sistema sensorial, el motor y las acciones verbales en el proceso de producir conocimiento. Añade, sin embargo, que la contribución que la utilización de esta tecnología ha aportado al entendimiento de este tema no sido proporcional al esfuerzo que este empleo supone. Por lo general, las técnicas experimentales que requieren el uso de estas tecnologías demandan la participación pasiva de la persona como sujeto experimental. En estas condiciones las áreas del comportamiento humano que se pueden investigar son diferentes dependiendo del enfoque y las técnicas empleadas. Además, las condiciones experimentales en tanto crean contextos muy diferentes a los contextos de actividad cotidiana de las personas, generan una imagen de cuerpo que poco tiene que ver con el cuerpo en tanto inmerso en la vida diaria.



[1] Ver por ejemplo la investigación de Thiroux, et. als. (2010) sobre la ubicación del self en actividad expontánea en la relación self/otro y la experiencia de embodiment. Este artículo ha sido discutido como estudio de caso en el artículo a publicarse próximamente por Athenea Digital, Revista de pensamiento e investigación social, <http://atheneadigital.net/ > (Figueroa Sarriera, en proceso). 3 La tomografía computarizada es una técnica que emplea rayos X directamente sobre el cuerpo desde una gran cantidad de orientaciones. Utiliza combinaciones computacionales para reconstruir los cortes o “slices” que se realizan a través del cuerpo. Un CTScan del cerebro produce un conjunto de imágenes desde diversos planos del cerebro y da una imagen más compleja de la estructura cerebral que una placa simple de rayos X. Se pueden observar los huesos pero también materia densa (que aparece blanca), agua y aire (que aparece obscura) y el cerebro es representado en una variedad de sombras grises. El fMRI (Functional magnetic resonance imaging o functional MRI, como se le conoce en inglés) mide los cambios en los flujos sanguíneos asociados a actividad neurológica en el cerebro y cordón espinal.


[2] La tomografía computarizada es una técnica que emplea rayos X directamente sobre el cuerpo desde una gran cantidad de orientaciones. Utiliza combinaciones computacionales para reconstruir los cortes o “slices” que se realizan a través del cuerpo. Un CTScan del cerebro produce un conjunto de imágenes desde diversos planos del cerebro y da una imagen más compleja de la estructura cerebral que una placa simple de rayos X. Se pueden observar los huesos pero también materia densa (que aparece blanca), agua y aire (que aparece obscura) y el cerebro es representado en una variedad de sombras grises. El fMRI (Functional magnetic resonance imaging o functional MRI, como se le conoce en inglés) mide los cambios en los flujos sanguíneos asociados a actividad neurológica en el cerebro y cordón espinal.


*Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras, San Juan, Puerto Rico - Facultad de Ciencias Sociales - Departamento de Psicología / iheidi.figueroa@upr.edu

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