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Des/integridades identitarias: Las fronteras corporales de la completitud




A modo de preámbulo: Frida*


“Yo soy la DESINTEGRACIÓN” Frida Kahlo En esta materialización proteica, imposible de denominar mediante un substantivo que la contenga y que conocemos comúnmente con el sintagma de el diario de Frida Kahlo, la artista mexicana se autorepresenta sobre una columnapedestal, desmembrándose bajo el lema de “Yo soy la DESINTEGRACIÓN….”.



Como es sabido, el diario recoge los diez últimos años de la vida de Kahlo — esto es, de 1944 hasta su muerte, en 1954— al final de este período, concretamente en 1953, sufrió un amputación de la pierna derecha, por debajo de la rodilla, por causa de la gangrena. No obstante, debido a que una de las particularidades de esta obra es precisamente que no sigue necesariamente un orden cronológico ni en la escritura ni en las ilustraciones es imposible fechar de manera precisa el año en que se elaboró el dibujo que les estoy mostrando, ni saber si tiene que ver directamente con la amenaza de la posible amputación quirúrgica. Sarah M. Lowe, encargada de la difícil tarea de transcribir el texto, así como de los comentarios de Diario, interpreta la imagen en relación con las que la acompañan. Así, identifica la figura central como Jano, el dios romano de las dos caras que simboliza los principios y los finales (un legado a través de la figura del minotauro, tan del gusto surrealista y sobre todo picassiano) y subraya la acomodación de este ser mitológico a la realidad particular de la artista de Coyoacán: de entrada, confiriéndole atributos corporales de mujer.


La referencia al dios Jano no es casual. Dios de todos los principios, se lo suele representar con dos rostros mirando en direcciones opuestas. Lo que él (o ella) contempla en el pasado, ilustrado en la página de la izquierda, es el perfil imponente y altivo de una mujer: la propia pintora representada en un busto al estilo de los que se estampan en las monedas romanas. Pero a la derecha, cuando Jano (y, al tiempo, Frida Kahlo) mira hacia el futuro, prevé el desastre: la figura de ella misma, con el aspecto de una marioneta con los miembros desarticulados, tambaleándose sobre una columna clásica. Partes del cuerpo de la artista caen a pedazos, incluyendo un ojo y una mano, indispensables en la creación artística. Sobre la figura en precario equilibrio, Frida Kahlo escribe: “Yo soy la desintegración”. (Lowe en Kahlo, s.f.: 224)


De esta lectura me es grata especialmente la interpretación relacionada con lo imprescindible de Frida para poder ser Frida—obra de arte y artista a la vez—. En otro lugar ya me ocupé de insistir en la autoconstrucción identitaria que desempeña esta singular artista con su cuerpo y mediante su cuerpo,[1] por lo que no voy a insistir aquí en ello. Sí quiero demorarme brevemente en el juego que nos ofrece la imagen. Si se fijan, la columna que Lowe denomina clásica, sustituye su pierna izquierda —su pierna buena— como si de una prótesis se tratara: una base que no solamente la sostiene, sino que la integra vertebralmente en su proceso de desintegrarse. ¿Se trata de una sustitución tras la pérdida o de su verdadera pierna-sostén? La verticalidad de la sólida columna-pedestal se sigue con la del brazo derecho en cuya mano empuña lo que parece un pincel, mientras el rostro vuelto contempla los pedazos de sí misma que ha perdido, pierde o perderá. Y me atrevo a convocar los tres momentos temporales por la multiplicación de las partes perdidas: dos cabezas, dos manos… Aunque, del mismo modo que no necesariamente la prótesis es negativa ni tan ajena, tal vez esta multiplicación de partes, como veremos más adelante, sea simultánea.


En el contexto de esta intervención quisiera centrarme en la sentencia que nombra la escena: “Yo soy la DESINTEGRACIÓN….”. Se trata de una frase paradójica, ya que pareciera que para ser yo, para seguir siendo yo, es preciso no desintegrarse. ¿Cómo se puede ser la desintegración? Aprender a encarnar la desintegración es la única estrategia que tiene Frida para seguir siendo yo. Lo interesante de la apuesta es que reclama —exige— otra concepción de corporalidad que no aquella heredada del renacimiento y la modernidad, vigente todavía, y que concibe nuestro cuerpo como una máquina perfecta constituida por partes en harmonioso ensamblaje; un todo hecho de piezas.


Si volvemos al dibujo de Frida —y tratando de recavar en lo que les estoy proponiendo— podríamos preguntarnos ¿cuántas partes de su yo puede perder Frida Kahlo sin dejar de ser yo? Más aún, ¿cuántos pies, piernas, brazos, cabezas, ojos… tiene Frida Kahlo? ¿Es la belleza de Frida Kahlo —puesto que de prácticas de belleza trata este encuentro— la belleza de una monstrua, como la diosa-jano que la acompaña en la página?





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