Discursos fílmicos subjetivos de resistencia sobre el cuerpo femenino*
La histórica y prolífica presencia de la imagen del cuerpo femenino en todos los sistemas de representación simbólica ha resultado clave para el anclaje de lo que significa ser mujer dentro del imaginario colectivo. Los productos de las industrias culturales, especialmente los audiovisuales, colaboran activamente en la prospección colectiva y en la interiorización subjetiva de lo que significa ser hombre o ser mujer. “Tanto visual como narrativamente el cine ha definido a la mujer como imagen, como espectáculo para ser mirado y objeto para ser deseado, investigado, perseguido, controlado y finalmente, poseído por un sujeto que es masculino” (De Lauretis 1984/1992).
La imagen del cuerpo femenino ha funcionado como sede de las obsesiones y temores del inconsciente masculino (Mulvey 1975), o como significante de todo aquello que se ubica más allá del límite del orden patriarcal (lo sucio, lo abyecto, lo ignoto, lo prelingüístico, lo innombrable, lo deforme y/o repugnante) (Creed 1992 o Williams 1991). Su representación en los medios audiovisuales, especialmente el cine, ha discurrido mayoritariamente desde una mirada ajena a las mujeres.
Mary Mandy inicia su documental Filmar el deseo. Viaje a través del cine de mujeres (2000) con las siguientes palabras: “En un planeta donde hay 20 mil cineastas, sólo 600 somos mujeres, apenas el 3% de la industria mundial del cine”. En él 15 realizadoras de los cinco continentes reflexionan sobre su tarea como mujeres cineastas. Entrevistadas en puntos tan diversos del planeta, coinciden, por ejemplo, en la dificultad que supone filmar el deseo sexual de las mujeres, porque entienden que se trata de poner en imágenes lo que es invisible por íntimo e interior. Quién lo diría, ¡con lo que abundan las imágenes de mujeres desnudas y jadeantes!
El objetivo de esta comunicación consiste en reflexionar sobre las características de los nuevos discursos cinematográficos realizados por mujeres cuando el objeto explícito discursivo es el propio cuerpo y cómo y por qué consideramos que se erigen en verdaderos discursos de resistencia.
A la luz de la Teoría Fílmica Feminista analizamos los discursos del documental Curvas graciosas, de Kiti Luostarinen (1997) y de la película de ficción Las mujeres de verdad tienen curvas de Patricia Cardoso (2002). Esta reflexión se produce desde el sujeto del feminismo que se encuentra “al mismo tiempo excluido del discurso y aprisionado por él” pero que es consciente de ello, porque, como dice Teresa de Lauretis (1987), “la única forma de ponerse fuera de ese discurso es desplazarse por él”. Mi análisis parte de la certeza de la diferencia sexual, dentro del paradigma de la complejidad que se aleja de cualquier posición biologicista pero que tampoco admite la inombrabilidad o indecibilidad del ser mujer. Asumimos el concepto propuesto por Alcoff (1988) de posicionalidad que nos permite hablar de una diferencia que no está anclada en la biología pero que tampoco es indecible ni estática. Alcoff (1988) reivindica la posición de las mujeres como un lugar desde donde el significado se construye y no desde donde es “descubierto”.
Entendemos que una constante del trabajo de las realizadoras como el de las investigadoras, es que parte de la propia experiencia. A propósito, dice Marta Selva (1998) “La representación de algo sólo comunica cuando es el resultado de una conmoción, casi de un choque, entre ese algo (esa historia) y quien la cuenta o la representa.” Es decir, el viaje entre el autor y su obra, cuenta. Si mayoritariamente el cine ha representado a las mujeres mediante clichés, como personajes secundarios o decorativos o como sede del deseo sexual del héroe protagonista, es porque mayoritariamente las historias han surgido de una instancia masculina. Lo que no significa que exista un cine masculino genérico o un cine femenino genérico, sino que la mirada del autor, desde su propia experiencia vital de identidad, pesa irremediablemente en su obra. Y la primera y más evidente señal de identidad es el género. Por eso el cine sigue aún escaso de esa mirada femenina de la mitad de los humanos que pueblan este mundo y que, por cierto, conforman más de la mitad de su audiencia.
Nota: no se encontró el texto original de esta publicación, se deja uno alternativo que trata temáticas afines y que puede servir de consulta al lector.