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Entre la teoría y el método. Reflexiones a propósito de la investigación en danza

A modo introductorio


En el proceso de una búsqueda personal, de integrar mi formación como historiadora y mi práctica e inquietud constante frente a la danza, hace algunos años me embarqué en un proceso investigativo sobre los modos y las formas del quehacer investigativo, en este caso concreto, sobre historia y memoria de y en la danza. Un proceso que aún me lleva a interrogarme, explorar, replantearme e indagar constantemente por los métodos y procesos mediante los cuales aprehender la investigación dancística.


En esta búsqueda, en pro de una mirada interdisciplinar, desde los métodos de la investigación histórica y las formas de hacer de la danza se buscó tejer un primer momento de mi indagación, donde se promovió establecer lazos entre la exploración documental de fuentes históricas y la interpretación del movimiento de esos hallazgos, y que además me permitió investigar en una primera apuesta por un lenguaje común y apto para presentar los resultados de investigación en danza que no desmintieran del proceso de investigación corporal asociado, búsqueda que aun en términos generales presenta toda una complejidad.


Dicha etapa se consolidó en una exposición artística durante todo el año 2011 sobre historia de la danza, que buscaba hablar del rastro desde el documento y del movimiento en términos históricos pero también de las fuentes de estas huellas, que evocara la creación pero también conectara con los referentes y contextos históricos de estos procesos[1].


Así, en esta vía, pude reconocer investigaciones locales que han indagado en esta vía buscando construir métodos para la investigación en danza. Sin embargo, estos esfuerzos son un camino que hay que repensar y construir constantemente para establecer unos modos de hacer y de investigar indicados para la danza, resaltando el lugar de lo sensible y lo perceptivo desde la investigación corporal, como una fuente válida para la construcción del conocimiento.


Desde esta búsqueda, la pregunta por la investigación en y para la danza me es constante, teniendo presente que, como tal, el hecho dancístico presenta dificultades para ser aprehendido y analizado in situ y aún más, que en investigación sobre la danza, la experiencia corporal y la forma de sistematizarla o referirla deben ser un insumo fundamental. “De la danza poco puede explotarse porque poco queda de ella después que ha sucedido. Como objeto de estudio esta disciplina presenta problemas peculiares. Una danza vive como tal una sola vez […] Una danza no se muestra con facilidad al investigador. Predecir su trascendencia es su labor ardua” (Islas 1995, 10).


Frente a este propósito, quisiera entonces, exponer de manera breve algunas cuestiones y reflexiones en torno a la metodología, en un proceso sobre la investigación interdisciplinar en danza, su relación con el desarrollo de nuevos enfoques teóricos y exponer algunas herramientas exploradas en el proceso de la investigación propia, precisamente sobre cómo rescatar lo perceptivo, lo sensible en la indagación corporal y ponerlo en el centro del análisis.


La búsqueda del lugar de la experiencia corporal


Entonces, en términos epistemológicos de construcción de conocimiento, uno de varios desafíos de una apuesta transdisciplinaria[2] que busca ir más allá de los límites establecidos desde y por las disciplinas, es reconocer y plantearse frente al hecho de que en nuestra educación y formación, en términos generales, se nos han enseñado los modos imperantes de reconocer y de construir el conocimiento en las tradiciones verbal y letrada, y que aun en mi caso específico, a pesar de propiciar mi formación y apropiación de la danza, el tránsito de desjerarquizar las formas tradicionales del aprendizaje ha sido un proceso complejo, aunque muy enriquecedor. Como señala Hilda Islas:


Una gran parte de los problemas de la danza, tanto en términos prácticos como en el terreno de la investigación, tiene que ver con la ubicación que se le da a la dimensión corporal en la estrategia de las sociedades contemporáneas. De tal forma que para plantear teóricamente el carácter fugaz de la actividad dancística hay que pasar por el cuestionamiento profundo de los métodos de conocimiento y de jerarquización de los valores culturales del Occidente moderno (Islas 1995, 11).


En la actualidad nos enfrentamos al problema de siglos de hegemonía cultural que evoca Islas. En muchos sentidos, aún somos hijos de una tradición heredada de la modernidad y del paradigma cartesiano basado en la razón, donde la mente y el cuerpo se conciben como dos entes separados. Ya muchos y variados autores han insistido en las implicaciones más allá de lo evidente de esta forma de comprender el mundo y dividir la comprensión del individuo, una estructura de pensamiento que en sus formas renovadas ha llevado a reelaborar más dicotomías en la construcción del conocimiento, que no sólo se expresan en la división de los campos disciplinares de las ciencias, sino que marcan las distinciones y oposiciones en otros espacios sociales, y sirven además para distinguir o evaluar desde la ciencia el “conocimiento legítimo”.


En este sentido, la pregunta por, y el lugar de, la experiencia corporal (lo que pasa por el cuerpo, lo que comprendemos sólo a través del movimiento, de la sensorialidad), como forma de conocer se ha invisibilizado y aislado de estos procesos de producción de conocimiento, donde el desarrollo del concepto de los cuerpos dóciles de Foucault (1993) tiene lugar, se materializa y toma forma en el modelo de una escuela que constantemente obvia la corporalidad como campo de conocimiento y niega la experiencia corporal. Se elabora un cuerpo disciplinado, adiestrado. Expresiones como “no te muevas”, “quédate quieto”, están inscritas en nuestras memorias: aprendemos quietos, sentados en un pupitre.


Así se reelaboran y reproducen más dicotomías fundadoras de sentido, adicionales a la tradicional oposiciónseparación mente-cuerpo, donde se opone la esfera de lo perceptivo, sensorial y corporal a las formas legítimas de construir o estructurar el pensamiento: pensar a sentir, conocimiento a experiencia, concentración a movimiento, lo que Edgardo Lander (Lander 2000) denomina la colonialidad del saber, que nos ha reforzado una hegemonía cultural donde no se validan otras formas de saberes y otras formas de conocer.


En ese contexto, de reconocimiento de las ausencias y retos para la investigación en danza, se inicia una indagación en la cuestión metodológica que ineludiblemente establece cruces en la pregunta por la teoría. ¿Cómo buscar o construir una metodología de investigación en la danza que reconozca el lugar de la experiencia? Para ello me parece fundamental llamar la atención sobre el hecho de que, en un proceso de construcción de unos modos de investigar más amplios que los enseñados convencionalmente, dentro de la pregunta por el cómo debe estar presente el qué y el por qué, factores entretejidos que nos interpelan tanto en la creación como en la investigación.


En estos cruces, en la exploración y búsqueda de nuevos referentes y enfoques teóricos que atraviesan precisamente el cómo, ha sido muy importante reconocer y hallarme con nuestros avances a nivel latinoamericano (pero también en otras latitudes) por renovar y enriquecer las preguntas y métodos investigativos tanto en el campo de la danza (que son muy recientes) como en general en las ciencias sociales y sobre todo las investigaciones interdisciplinares. Así, por ejemplo, en términos teóricos, desde el desarrollo del pensamiento crítico decolonial producido en América Latina, se han realizado importantes avances para la construcción de un pensamiento propio, este enfoque nos ha brindado un marco para reflexionar acerca del sentido de pensar desde la especificidad histórica y política de nuestras sociedades y, como diría uno de sus exponentes en Latinoamérica, boaventura de Sousa, conocer desde el sur.


Como lo señala Walter Mignolo (Gómez y Mignolo 2010), la decolonialidad es vista como una opción para habitar, que ha sido elaborada con el esfuerzo de varias décadas y distintas tradiciones, que busca desbordar los paradigmas de las múltiples relaciones raciales, de género, y epistémicas. Igualmente, Mignolo expone el hecho de que Occidente ha construido sus paradigmas modernos privilegiando un sentido, el de la vista, que ha delimitado en gran medida los discursos y reflexiones sobre representación y denotación que abordan esos otros sentires y sensaciones con respecto al mundo que se habita (por ejemplo el conocer desde el cuerpo en movimiento), por eso habla de la necesidad de “descolonizar la estética para liberar la aísthesis” (este último término hace referencia en mayor medida a la comprensión y la sensación).


En el proceso investigativo me he propuesto indagar, precisamente en modos que no sólo partan de esos otros sentidos, sino que busquen el conocer y reconocer a través de ellos, y en este caso las posibilidades inmensas que nos brinda la danza y las reflexiones desde los procesos de incorporación para ello. buscando ver en lo cambiante, diverso, en la experiencia sensible, una posibilidad y un reto para la investigación más que una dificultad u obstáculo.


Teniendo en cuenta que la práctica de algunas modalidades de danza y sus posibilidades de interacción desde el cuerpo en movimiento, de sus formas de relación, son un medio que propicia entre otros factores, el encuentro, el contacto y el diálogo con el otro, un reconocimiento y puede promover transformaciones en nuestra forma convencional de concebir y comprender la corporalidad. Así, poder desde allí, desde la práctica y no al revés, establecer y reconocer las mejores estrategias metodológicas en la investigación.


Algunos referentes de nuevas búsquedas teóricas


En términos generales podemos decir que poca (y reciente) es la tradición investigativa que existe sobre danza, en procesos interdisciplinares o que busquen ir más allá de la descripción o de estudios comparativos. Sin embargo, para reflexionar sobre la cuestión teórica y metodológica, es fundamental reconocer los antecedentes y procesos históricos de búsquedas investigativas con nuevos horizontes, distintos puntos de referencia y enunciación.


Los procesos culturales que se desarrollan a partir de los años 60 y 70 en diferentes latitudes, dan origen no sólo a técnicas distintas y con nuevas búsquedas en la danza, sino que agudizan debates epistemológicos en las ciencias humanas, sociales y en las prácticas artísticas, en varias corrientes, las preguntas por las nuevas posibilidades de la comprensión y del conocimiento entran en vigencia.


Es aquí donde cobran vital importancia para fines de esta indagación, como marcos de referencia, en cuanto al diálogo que buscan establecer y la propuesta investigativa, los estudios, de lo que se denomina la “nueva ola” de estudios en danza que se inicia a mediados de los años 80 en Estados Unidos, y la tendencia de la antropología del cuerpo gestada en Latinoamérica.




[1] Para más información sobre este proceso:

http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/detalle/article/inauguran-exposicion-sobre-musicadel-siglo-xix.html


[2] Adoptando el concepto de transdisciplina de Suely Rolnik, que aborda la apuesta transdiciplinar involucrando la importancia de la experiencia sensorial, “modalidad que lleva a la persona a ceder seguridades por incertidumbres, a arriesgar razones por azares, a exponer el cuerpo en la verosimilitud precaria de la sensación” (Rolnik 1989).



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