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El cuerpo como máquina-órgano: intensidad y deseo


Cuerpo. Máquina-órgano. CsO


Como Gilles Deleuze y Félix Guattari escribieron en El Anti-edipo y en Mil Platós, el cuerpo es como una máquina, funciona por ligazón y conexiones. El seno, por ejemplo, se entiende como productor de leche y la boca una máquina que se liga a la máquina-seno. Sin embargo, ese cuerpo-máquina, que le llaman cuerpo-órgano, por presiones casi siempre externas, se vuelven cuerpos-organismos, cuerpos instrumentalizados, entrando en la sociedad para realizar determinados fines. En ese proceso, el deseo es capturado y pasa a seguir una lógica capitalista. El CsO no es contra el órgano, pero contra el organismo, contra la instrumentalización. Intenta deshacerse de la organización productiva volviéndose improductivo e intensivo.



Body. Machine body . BwO


As Gilles Deleuze and Félix Guattari wrote in Anti-Oedipus and A Thousand Plateaus, the body is like a machine, works for links and connections. The breast, for example, is understood as milk producer 's and the mouth a machine that conect at the breast-machine. However, this body - machine, wich they call body organ, often by external pressures, become bodies-organism, instrumental-bodies and entering into society to achieve certain ends. In this process, the desire is captured and is now pursuing a capitalist logic. The BwO is not against the body, but against the organism, against exploitation. Try to get rid of the productive organization becoming unproductive and intensive.




Este ensayo empecé a pensarlo al final de 2012, cuando entré en contacto con el trabajo del fotógrafo David Jay, especialmente con el Proyecto Cicatriz, en el que él fotografía, a partir de una experiencia afectiva, mujeres víctimas de cáncer de seno. En la época me quedé muy afectada por la imagen de la joven embarazada sin senos. Como soy una investigadora utópica y deseosa, no fue!1 la conmoción piadosa que me afectó, pero sí la curiosa pregunta sobre la creación de los desvíos de la funcionalidad corporal, que llevan a la reformulación de sus funciones. Para Jay 1, sus fotos son una manera de registrar el umbral entre la vida y la muerte, pero, sobre todo, entender cómo las mujeres conviven con su nuevo cuerpo. Esa futura madre me llevó a buscar una vez más la noción de Cuerpo sin Órgano, de Deleuze y Guattari, ahora en una relectura comprometida, más que antes, en la percepción en que el cuerpo, como el arte y la vida aparecen como engranajes sin finalidad, agenciando formas de venir a ser.2


Como escribieron los autores de El Anti-edipo y Mil Platós, el cuerpo es como una máquina, que funciona por ligazón y conexiones. El seno, como dicen, se entiende como productor de leche y la boca una máquina que se une a la máquina-seno. Sin embargo, esos cuerpos-máquinas, que llaman cuerpos-órganos, por presiones, casi siempre externas, se vuelven cuerpos-organismos, cuerpos instrumentalizados, entrando en la sociedad para realizar determinados fines. En ese proceso, el deseo es capturado y pasa a seguir una lógica capitalista, o sea, una lógica de producción funcionalista. Como reacción a esa instrumentalización de los cuerpos es que los autores anuncian la posibilidad de un CsO, que no es contra el órgano, pero contra el organismo, contra la instrumentalización. El CsO intenta deshacerse de la organización productiva volviéndose improductivo, mejor dicho, intensivo. Para no dejar que el organismo domine, activa la modificación de los órganos, haciendo de ellos nuevas esculturas en arreglos deseosos.


En el texto que abre el libro Mil Platós 3, hay una especie de didáctica de creación de ese Cuerpo sin Órganos, – CsO3, donde lo principal y primer alerta es para la práctica que nunca se concluye, siendo siempre un ejercicio. Tal práctica, tal vez como consecuencia, tampoco tranquiliza, pues como ejercicio, siempre puede fallar.


Habría sido Artaud, como escribieron Deleuze y Guattari, que en la década de 1940 declarara guerra a los órganos (formadores del organismo). El cuerpo ya cansado de las funciones de los órganos, se pierde, como el cuerpo hipocondríaco, en el que nervios, pecho, estómago e hígado están siempre desorganizados. De esta forma también es el cuerpo paranoico, “cuyos órganos no cesan de ser atacados. El cuerpo paranoico es el que vive sin el hígado, sin la vejiga, con costillas rotas, aunque siempre se regenere por influencia de energías exteriores”. En la guerra a los órganos aparece también el cuerpo esquizo, que lucha contra si propio, así como el cuerpo drogado y el cuerpo masoquista. Este interrumpe el ejercicio de los órganos a través del dolor, cuando cose los ojos, el ano, la uretra, los senos, la nariz. Es en el dolor que el masoquista suspende el ejercicio de los órganos. Pero, dicen los autores, es falso decir que el masoquista busca el dolor, así como es falso decir que él busca el placer de una manera desviada. Él busca la intensidad del dolor en el ansia de llenar un Cuerpo sin Órganos. Así, ante cada CsO debemos preguntarnos cómo se fabrica, cuáles son los procedimientos y medios que prefiguran “lo que ya es y lo que va a acontecer”4.


Una respuesta, aunque inconclusa, puede identificarse en una nota sobre el Informe, que Georges Bataille 5 publica en la revista Documents, de 1929, en el que advierte que la tarea para el informe sólo puede ser la tarea de la desconstrucción de categorías. Metafóricamente similar a una escupida, como aclara Rosalind Krauss 6, el informe tendría la capacidad de despedazar las fronteras de significación y, según Guattari y Deleuze, accionar un compuesto plural de sensaciones, el cual desconoce la instancia dominante de determinación, que gobierne a las demás. Así las sensaciones, mientras percepciones y afectos convergen en los cuerpos-máquinas, como engranajes no-casuales, que funcionan en desorden y por flujos. En este sentido, se percibe que las figuras de la serie Humano inhumano (1995), de Cristina Salgado, que tuvimos la oportunidad de observar en otro ejercicio crítico, especialmente la escultura Sin título (piernas-cabeza), cuya cabeza se cae al nivel de los pies. También así, de manera ejemplar, se identifica la escultura Mujer con la garganta cortada, de Giacometti (1932). Son cuerpos que desalinean el eje vertical humano y se organizan siguiendo el desorden de las sensaciones 7.


También es de esta manera que se muestran las reconfiguraciones en las series de fotografías de las muñecas de Hans Bellmer 8, que reorganiza los cuerpos de las mujeres-muñecas acercándose a la crueldad, pero que activa el deseo intenso de construir otra manera de ser cuerpo. Según Therese Lichtenstein 9, las muñecas de adolescentes, que Bellmer construyó y fotografió en los años 1930, despertando intrigantes y polémicos comentarios, son resonancias inequívocas del fortalecimiento de Hitler y del Tercer Reich en 1933, o sea, el trabajo habría sido una respuesta violenta a la imagen ideal del cuerpo, respondiendo, a la represión de la imagen femenina en el arte y cultura nazista. Pero, no se puede negar que fue también por causa de la proximidad del artista con el movimiento surrealista francés, con el cual tuvo contacto cuando estuvo durante tres meses en París, entre 1924-25, como también por la proximidad con el Dada alemán, ya que habría tenido contacto con John Heartfield, George Gross y Otto Dix, entre 1923 y 1927, cuando residió en Berlín.10 Esa aproximación con los dadaístas había despertado en Bellmer la comprensión del poder político de la producción artística, llevándolo a trabajar como ilustrador de libros y periódicos, pero, sobre todo a construir las muñecas cuyos cuerpos son la negación del cuerpo sano de la raza aria.




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