Sensaciones, conflicto y cuerpo en Argentina después del 2001
Introducción: capitalismo, conflicto, cuerpo y sensaciones
Diciembre de 2001 implicó un aumento de la contienda pública sobre las políticas de los cuerpos en Argentina. Pobreza, hambre, desocupación y dolor social fueron los nodos conflictivos fundamentales.
En el marco de un programa de investigación que llevamos adelante desde 1994 sobre acción colectiva-, el presente trabajo pretende mostrar los principales resultados obtenidos entre el 2002 y el 2007 acerca de los rasgos de la conflictividad social poscrisis, otorgando especial atención a las percepciones, emociones y sentimientos asociados a dicho contexto. Por esta vía se intenta responder: ¿Cómo es posible caracterizar la situación actual de los mecanismos de soportabilidad social y los dispositivos de regulación de las sensaciones? ¿Cuál es el estado de la batalla de los cuerpos? Para ello seguiremos el siguiente recorrido expositivo: tras explicitar a continuación los puntos de partida de la red conceptual que liga cuerpo, conflicto, sensaciones y dominación, se analiza en primer lugar, la batalla de los cuerpos que implicó la pobreza y el hambre en el 2001. Luego se reseñan las consecuencias de las protestas sociales en el período de crisis, sus vínculos con la política, y las repercusiones para la sensibilidad social. En tercer lugar se indagan las tensiones entre síntomas, mensajes y ausencias de las protestas con la sociodicea de la frustración y las fantasías sociales. A continuación se muestra cómo se instala la impotencia como sensación y rasgo de una vivencialidad acotada y opacada en tanto procesos básicos de los dispositivos de regulación de las sensaciones y las políticas de los cuerpos para, finalmente, abordar la lógica del dolor social.
A modo de cierre se presentan algunas respuestas a la pregunta: ¿Cuáles serán los caminos de la conflictividad social en la Argentina?, abogando por la necesidad y urgencia de incorporar las contribuciones de la sociología de las emociones y los cuerpos para el análisis de la conflictividad social. La producción académica sobre los movimientos y protestas sociales es muy variada, y en los últimos siete años se ha multiplicado muchísimo. Intentar reseñarlas está fuera de los alcances de esta introducción. A los libros (ya clásicos) de Jelin (1987) y Fernández (1991) se han sumado los trabajos individuales y colectivos de Schuster (1996; 1998), Seoane y Tadei (2001), Giarraca y Gras (2001), Svampa (2000), Rodríguez (2001), Iñigo Carrera (2001), Auyero (2002), entre muchos otros. Cabe destacar que casi siempre quedan sin mencionar las investigaciones realizadas desde el interior del país, como las de Gordillo en Córdoba o Farinetti (1999) en Santiago del Estero. En los últimos años se pueden encontrar algunos balances parciales de esas contribuciones en Di Marco, Palomino y otros (2003), Grimson (2003) y Masseti (2004), sólo por mencionar algunos. Desde 2001 se han escrito un sinnúmero de interpretaciones sobre la llamada “crisis argentina”, las cuales, más allá de acuerdos y desacuerdos teóricos y empíricos, han tomado en general, la perspectiva del auge de la movilización social, y a veces, concentrada en la Provincia de Buenos Aires. En otros lugares (Scribano, 2003a, 2003b, 2005), se ha interpretado la situación conflictual de la ciudad Córdoba en base a diversos tipos de información. Aquí se ha creído conveniente sintetizar los hallazgos, resultados y explo-raciones poniendo oído atento a la palabra de los sujetos: sus valoraciones, sensaciones y representaciones sobre lo que quedó luego del “huracán” económico, social y político.
En paralelo a nuestras investigaciones sobre acciones colectivas y protestas, desde el 2002 hasta el presente, fuimos profundizando las indagaciones en torno a las relaciones entre estructuración social y las marcas del hambre en los cuerpos; los síntomas, ausencias y mensajes de la post-crisis haciendo evidente la densidad fantasmática de la desestructuración que se vivía. En 2004, tratamos de hacer evidente la sociodicea de la frustración y su impacto en las naturalizaciones de la post-crisis. Luego nos preguntamos por el estado de la conflictividad cuando las aguas bajan, para finalmente analizar la impotencia y dolor social como características de los dispositivos de regulación de las sensaciones. Por esta vía nuestro programa de investigación fue armando el puzzle de las políticas de las emociones y de los cuerpos entre el 2002 y el 2007, a partir de un diagnóstico del capitalismo en su fase actual.
Hoy, más enfáticamente, el capital se presenta como indeterminado, su lógica es la metamorfosis en la incertidumbre del qué pero no del cómo y el existenciario del capital es ser una relación in-substancial. En este marco, es posible intuir que la expansión imperial puede ser caracterizada como: a) un aparato extractivo de aire, agua, tierra y energía, b) la producción y manejo de dispositivos de regulación de las sensaciones y los mecanismos de soportabilidad social, y c) como máquina militar represiva.
Así, es posible observar los entramados que se entretejen entre expropiación, depredación, coagulación y licuación de la acción. Todo ser social es un cuerpo que en ciertas condiciones de “operación”, dadas las características actuales del capital y la extracción del “plus de operación” de dichos cuerpos, se constituye en el centro de la expropiación, que es en primer lugar de índole orgánica y luego, “locus” insubstancial de subjetividades posibles. La actividad depredadora del capital se constituye en torno a la absorción sistemática de las energías “naturales” socialmente construidas en ejes de la reproducción de la vida biológica: agua, aire, tierra y formas de energía. La dialéctica entre expropiación corporal y depredación se configura a través (y por) la coagulación y licuación de la acción. La tensión de los vectores bio-políticos se produce y re-produce en prácticas cotidianas y naturalizadas del “olvido” de la autonomía individual y/o “evanescencia” de la disponibilidad de la acción en mimesis con las condiciones de expropiación.
Desde aquí se comprende que una de las cualidades de la situación imperial en la actualidad es la lógica de expropiación corporal, a saber, unas formas de extracción de la plusvalía energética de cuerpos dispuestos en geometrías y gramáticas de las acciones para-los-otros en situaciones de dominación. En ese contexto la razón imperial se entrelaza con una racionalidad que se vuelve cáscara de la inacción mimetizada en la licuación (y coagulación) del movimiento. El estar para otro sin capacidad autónoma de acción facilita la captación, por parte de ese otro, de las tonalidades de la acción. Lo que sabemos del mundo lo sabemos por y a través de nuestros cuerpos, y si ellos permanecen en inacción lo que hacemos es lo que vemos, lo que vemos es cómo dividimos el mundo. En ese “ahí-ahora” se instalan los dispositivos de regulación de las sensaciones mediante los cuales el mundo social es aprehendido y narrado desde la expropiación que le dio origen a la situación de dominación.
Las sensaciones están distribuidas de acuerdo a las formas específicas de capital corporal, en tanto conjunto de condiciones de existencia alojadas en el cuerpo individuo, en el cuerpo subjetivo y en el social. El cuerpo individuo es una construcción elaborada filogenéticamente que indica los lugares y procesos fisio-sociales por donde la percepción naturalizada del entorno se conecta con el cuerpo subjetivo. El cuerpo subjetivo es la auto-percepción del individuo como espacio de percepción del contexto y el entorno en tanto “locus” de la sensación vital enraizada en la experiencia de un “yo” como centro de gravitación de sus prácticas. El cuerpo social consiste en las estructuras sociales incorporadas que vectorizan al cuerpo individuo y subjetivo en relación a sus conexiones en la vida-vivida-con-otros y para-otros. En esta dirección, el “sujeto” y sus condiciones materiales de existencia son el resultado de una interacción tensional entre las diversas maneras de sentir(se)-en-cuerpo. Dicha percepción implica las lógicas de contradicción y coherencia necesarias para el mantenimiento del primer orden social elaborado y aceptado, esto es, el de vivir en relación con un estado de cosas “dado” al cual se le imputa la cualidad de cuerpo. Esta elaboración es en su materialidad inmediata parte de la certeza del cuerpo individuo que en tensión dialéctica con el social y el subjetivo provee de los procesos experienciales básicos que permiten “sentir”(se) en el mundo a través de un cuerpo. En el contexto expuesto es fácil comprender por qué el ser humano se auto-percibe, es percibido y se auto-representa como “inmediatamente” en un cuerpo. Pero también puede ser una guía para rastrear los modos de dominación que parten y llegan a esos cuerpos “explicados” como pura naturaleza. La tensión entre cuerpo individuo, subjetivo y social es una de las claves para entender las conexiones entre geometrías de los cuerpos y gramáticas de la acción que forman parte de la dominación neo-colonial en los países de América Latina; tensión que cobra aun mayor sentido si se entrecruza con la visión desde las sensaciones.
Percepciones, sensaciones y emociones constituyen un trípode que permite entender dónde se fundan las sensibilidades. Los agentes sociales conocen el mundo a través de sus cuerpos, mediante un conjunto de impresiones impactan en las formas de “intercambio” con el con-texto socio-ambiental. Así, objetos, fenómenos, procesos y otros agentes estructuran las percepciones, entendidas como modos naturalizados de organizar el conjunto de impresiones. Dicho entramado con-figura las sensaciones que los agentes se “hacen” de aquello que puede designarse como mundo interno y externo, mundo social, subjetivo y “natural”, recreando así una dialéctica entre impresión y percepción, de lo que resulta el “sentido” de excedente -más acá y más allá- de las sensaciones. Éstas, como resultado y antecedente de las percepciones dan lugar a las emociones como efecto de los procesos de adjudicación y correspon-dencia entre percepciones y sensaciones. Las emociones, pueden verse como el puzzle que adviene como acción y efecto de sentir o sentirse y así, se enraízan en los estados del sentir el mundo que permiten vehiculizar las percepciones asociadas a formas socialmente construidas de sensaciones.
Los sentidos orgánicos y sociales trasladan aquello que parece único e irrepetible para el agente, como son las sensaciones “individuales” y, elaboran a la vez, el “trabajo desapercibido” de la incorporación de lo social hecho emoción.
Identificar, clasificar y volver crítico el juego entre sensaciones, percepción y emociones es vital para entender los dispositivos de regulación de las sensaciones que el capital dispone como uno de sus rasgos contemporáneos para la dominación social.
Hasta aquí, explicitamos sucintamente los puntos de partida de la red conceptual que liga cuerpo, conflicto, sensaciones y dominación. Así, el cuerpo es el locus de la conflictividad (y el orden), en el marco de una economía política de la moral a la luz de unos modos de sensibilidades, prácticas y representaciones que ponen en palabras la dominación. En lo que sigue se desarrollan algunos de los hallazgos de nuestras investigaciones que permiten caracterizar las aludidas tensiones.