Pensar el cuerpo
RESULTADO DE INVESTIGACIÓN: Hemos reunido en este volumen diversas contribuciones de investigadores que se han presentado en distintos foros de discusión y que permiten valorar el avance que se ha alcanzado en nuestro país sobre este tema. Algunas de ellas son participaciones en el I Congreso Internacional de Ciencias, Artes y Humanidades "El cuerpo descifrado", del año 2003. Otras se presentaron en el Simposio "Del cuerpo global a las variaciones corporales de la corporalidad" celebrado en Sevilla, España en 2006. Algunas más se produjeron en el contexto del Seminario "Cuerpo y género" del Doctorado en Antropología de la ENAH.
Presentación
Expresiones colectivas de individuos desnudos, prácticas extremas de belleza, transformaciones corporales que imponen cambios en la identidad de los sujetos son algunos de los fenómenos que observamos como cotidianos y a los que nos hemos acostumbrado casi sin cuestionar y mucho menos, refiexionar. Si bien es cierto que la preocupación por el cuerpo, y podríamos afirmar, que los esfuerzos por comprender nuestro ser desde la carnalidad que nos es constitutiva, ha sido una constante en el devenir de la humanidad. Es indiscutible que lo que se ha dado en llamar modernidad tardía ha sido el contexto propicio para el surgimiento de una actitud nueva de los sujetos respecto de sus cuerpos.
Las sociedades posindustriales o de riesgo como las llama Ulrich Beck, se caracterizan por haber pasado del destino metasocial, designado desde una fuerza externa -Dios, la naturaleza- a un "destino" producido socialmente como consecuencia del aumento en las posibilidades de riesgo. Un rasgo caracteristico de nuestras sociedades es la indefinición, en ellas todo deviene altamente contingente como consecuencia del cambio en el equilibrio entre posibilidades y no posibilidades, la probabilidad de lo improbable se hace efectiva gracias a la construcción de la ambivalencia, es decir, gracias al despliegue de la alternativa entre el orden y el caos no existe una preferencia dada por el consenso o el disenso.
La incertidumbre se posesiona de los sujetos. Sus creencias, sus prácticas, el pensamiento y la actividad en las categorias del proceso de racionalización de la "modernidad simple" son cuestionadas por la sociedad de riesgo. Asi, como señala Beck, se gesta en la cúspide de la modernidad el desafío de nuestra época: ¿qué hacer a titulo individual y colectivo frente a la incertidumbre y la incontrolabilidad producida por una racionalidad que avanza sin norte?
Frente a la ambigüedad y la indefinición el cuerpo de los sujetos es su "verdad" palpable, la única certeza en momentos inciertos. En las sociedades contemporáneas el cuerpo de los sujetos representa algo más que sus capacidades físicas, adquiere una importante significación para su propia existencia al tener la posibilidad de construirse de la manera en la que le gustaría ser. En la actualidad, lo individual es· responsabilidad del propio actor, el cuerpo forma parte del proyecto identitario de una persona. La sociedad dispone e induce a los individuos para conseguir un cuerpo que luzca joven, delgado, sexual y exitoso, mientras que es una vergüenza "vivir" en un cuerpo obeso, viejo o enfermo. Esto, indudablemente, presenta un avance en la concepción de la identidad como un proyecto, lo cual se debe a la influencia del feminismo en la manera de percibir el cuerpo y en su reconocimiento como parte fundante de la identidad de los sujetos. Asi, nuestros cuerpos se han convertido en una metáfora para controlar lo que está fuera de nuestro alcance, pues, ilusoria mente, el cuerpo nos pertenece y podemos remediar sus defectos, salvaguardarlo del paso del tiempo y conservar la juventud que tan apreciada es en nuestros días y moldearlo materialmente a nuestro gusto. Pero el cuerpo es al mismo tiempo la realidad. Si bien es cierto que bajo el estatuto de la modernidad el cuerpo era concebido en su plena materialidad y como lo invariable del sujeto, en las sociedades contemporáneas la enorme diversidad en las apariencias y prácticas corporales en las diferentes culturas, ha permitido avalarlas ideas sobre el cuerpo como un construido social, socavando la naturalización de la que ha sido objeto el cuerpo humano y desestabilizando una de las certezas más preclaras de la modernidad.
El cuerpo no es ahora un imperativo absoluto es una realidad relativizada que permite cuestionar también la moral única desde la que hasta hace poco tiempo se definía al ser humano universal. En el discurso de la modernidad tardía sobre el cuerpo, aunque el cuerpo material es reemplazado por el cuerpo como metáfora, se mantiene el conflicto entre pensar el cuerpo en su materialidad, como un ente dado de una vez y la concepción de que el cuerpo es un proceso o ente en permanente construcción. Los estudiosos contemporáneos inspirados en Foucault, consideran el cuerpo como el punto de partida para explorar la construcción de diferentes subjetividades así como para reconocer la labor minuciosa del poder disciplinario actuando sobre el cuerpo, a partir de la llamada "hipótesis represiva". La tensión entre el cuerpo como punto de referencia en un mundo que fluye y como la síntesis de ese mismo mundo, es inherente a cualquier perspectiva teórica sobre el cuerpo. Como es bien sabido, la preocupación por el cuerpo ha estado presente en la historia de la humanidad aunque el cuerpo, en su materialidad, ha estado ausente en la tradición intelectual dominante en occidente. No obstante su necesaria omnipresencia y su importancia como sólida fundamentación del pensamiento, del proceso de teorización y de la teoría misma, han procedido como si el cuerpo en sí mismo no contara y como si el pensamiento, en efecto descorporizado, fuera capaz de operar en términos de la pura mente. Hacia finales del siglo XX, sin embargo, esa forma particular de abstracción incorpórea es un lugar de respuestas serias emanado, en gran medida, de la teoría feminista. El feminismo ha visto su proyecto íntimamente ligado al cuerpo y ha respondido a la convención masculinista, produciendo una variedad de acercamientos teóricos que toman en cuenta el cuerpo. Para algunos, la materialidad del cuerpo, y en particular en su forma femenina, comienza a ser tomada en cuenta solamente como un aspecto más, hasta cierto punto accesorio, pero en sentido opuesto a lo que plantean las visiones androcéntricas dominantes que mantienen una profunda diferencia hacia lo corpóreo, el feminismo apostó por su reconocimiento.
Algunas académicas, particularmente las feministas, desarrollaron una teoría que es explícitamente "encarnada" e insisten en la importancia central del cuerpo material; otras más, influenciadas principalmente por el posestructuralismo han cuestionado la "naturalidad" del cuerpo y han colocado en su lugar una corporalidad textual que es un fluido en sus valores y significados. De esta manera, advertimos que no existe una única teoría del cuerpo, por el contrario, hay una gran riqueza de respuestas que ha dado el feminismo a la existencia del cuerpo durante ésta que se ha dado en llamar la segunda ola del feminismo. Si podemos unificar alguna idea feminista en torno al cuerpo, es aquella de que el cuerpo importa, y no sólo en tanto cuerpo femenino o que el género es un tema persistente, es importante también para otras formas de teoria y desde diversos intereses disciplinarios.
En la teoría occidental el cuerpo ha sido un sobrentendido, considerado siempre con sospecha como el lugar de las pasiones y apetitos incontrolables que altera la búsqueda del conocimiento y la verdad. Ante el riesgo de esta engañosa simplificación, se argumenta la negación de la corporalidad y la correspondiente sobrevaloración de la mente o el espíritu en un transhistórico deseo de acceder a la pura inteligibilidad como la más alta forma del ser. Lo que hace del binomio cuerpo-mente particularmente caracateristico de la Ilustración no es la escisión del ser, sino el cambio en el énfasis. Donde la tradición judeo-cristiana ve al cuerpo como el mundano camino a una más alta y valorizada espiritualidad, el postcartesianismo moderno está marcado por un rechazo al cuerpo al considerarlo como un obstáculo al pensamiento racional. Es así que el cuerpo ocupa el lugar del excluido, del otro, y generalmente es despreciado o ignorado, en el mejor de los casos. Definitivamente, la distinción que Descartes hizo entre res cogitans y res extensa, es decir, entre el poder de la mente en la existencia de sí mismo y el cuerpo como una máquina, es mucho más compleja de lo que comúnmente se piensa; sin embargo, lo que es y ha sido relevante para el feminismo es la aceptación de la fractura cultural entre cuerpo y mente y la persistente asociación del cuerpo devaluado con lo femenino. En el esquema poscartesiano, el cuerpo se ha visto simplemente como la entidad material biológicamente determinada, que obedece leyes de la causalidad matemática y que ha de ser trascendida para liberar a la mente en la búsqueda de una completa subjetividad racional.
En los inicios del análisis sobre el cuerpo, gran parte de la crítica feminista se dirigió a la convención de lo femenino como un humano incompleto. Sin embargo, ha crecido la preocupación por determinar las formas en las que la separación entre cuerpo y mente no solamente se presenta en esta dimensión, sino se ha atendido también a la asociación del cuerpo con otras marcas como son: raza o clase y la manera en la que tales aspectos se cruzan para conformar formas especificas de devaluación de los cuerpos. Al mismo tiempo, estos cuerpos devaluados se constituyen en marginados por perturbadores, como es el caso especifico de las mujeres. No es extraño entonces que los hombres blancos, de clase media alta, saludables y hetrerosexuales, sean los únicos que están en posibilidad de trascender y de poseer la capacidad de reflexión. A partir de estos planteamientos se ha desarrollado una alternativa de análisis que enfatiza la importancia de la corporalidad como una construcción fluida y diferenciada, lugar de potencial más que de algo dado.
Esta teoría de la construcción corporal toma en cuenta no simplemente la diferencia sexual, sino también contempla las diferencias raciales, las de clase, las de capacidades, en conclusión, el contexto especifico de la materialidad del cuerpo.