Cartografías corporales y pedagogías performativas en América Latina
Prólogo
Este es un libro donde se inventan y se multiplican los cuerpos. Hay en sus líneas cuerpos-viaje, cuerpos-dolor, cuerpos-reinvención, cuerpos-profesión.
Cada uno es posible gracias a esa condición primera de afección que permite que el cuerpo pruebe del mundo mientras se produce a sí mismo. Nancy (2003), en su libro Corpus, piensa el cuerpo como el afuera del afuera, como un pliegue que solo existe en relación con una exterioridad, a algo extranjero que no termina de poner en tensión sus fronteras. El cuerpo es un lugar de paraje siempre temporario del caos del mundo, un ritmo que hace una marca singular en la inmanencia.
La Modernidad intentó librarse de ese cuerpo que no es capaz de soportar muchos de los límites apriorísticos en los que hemos intentado ponerlo, de esos cuerpos que, como recuerda Castro-Carvajal en el tercer capítulo de este libro: “No preexisten a las fuerzas y potencias que los constituyen. Tampoco se distinguen de ellas, de sus composiciones y dinamismos” (p. 73). En lugar de una corporalidad de geografía siempre difusa y que solo se crea en contacto con otras fuerzas, el pensamiento moderno inventó la individualidad, el organismo y la separación entre cuerpo y mente. Pese a la importancia innegable de esas categorías para el modo como hoy producimos lo que llamamos “corporal”, hay que considerar la posibilidad de volver a introducir otros cuerpos en las discusiones académicas. En esta obra, Silvia Citro, Hilderman Cardona-Rodas y Julia Castro-Carvajal ponen en discusión el cuerpo vivo, vivido e intensivo. También podemos añadir que autores como Gil (2018) han multiplicado todavía más los sentidos y planos de la corporalidad: cuerpo paradojal, cuerpo contractivo, cuerpo mediador, cuerpo en devenir. Particularmente no me parece un problema proliferar las nomenclaturas si la intención es apartar de la discusión cualquier forma empobrecida y desafectada de concebir el cuerpo, una misión claramente asumida en este libro. Si ahora, más que nunca, es imposible que lleguemos a una única respuesta a la famosa pregunta hecha hace más de trecientos años por Baruch Spinoza sobre la potencia de un cuerpo, es igualmente innegable que por medio de las discusiones que desobedecen las fronteras disciplinares entre la ciencia, el arte o la filosofía hemos visto que los cuerpos pueden muchísimo y cada vez más.
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