Emblemas, cuerpo y memoria colectiva
Cuerpos y emblemas La serie de fotografías Corte de Florero (1997), realizada por Juan Manuel Echavarría, nos ofrece una poética manera de presentar distintos cortes (corte de corbata, corte de florero, corte de franela, etc.) que han sido protagonistas dentro de la violencia en Colombia y, especialmente, en las masacres. En estas fotografías Echavarría ha organizado huesos humanos de modo que las imágenes obtenidas parecen, a primera vista, ilustraciones propias de los estudios de la flora realizados por la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada, con los que se conformó prácticamente la primera escuela de arte en nuestro país. Pero además de esta referencia histórica dentro del campo del arte, en la clasificación de las flores bajo nombres que parecen propios de la taxonomía de Linneo (Passiflora, Anthurium, etc.) se hace evidente algo aún más importante: cómo esa reorganización de los cuerpos no obedece tanto a un impulso de destrucción, ni a actos inmediatos, ciegos y barbáricos, y sí más bien a un interés por desarrollar una transformación intencional para, en este caso, fracturar la forma humana y reconfigurar el cuerpo presentándolo bajo formas naturales.
Esto nos recuerda que la masacre no sólo es un ritual caracterizado por diversos tiempos (tiempo para beber, matar, comer, violar, etc.) y por el desarrollo y/o empleo de técnicas de muerte. También se caracteriza por organizar los cuerpos bajo una afirmación mítica de las formas, toda vez que las nuevas formas evocan no sólo un nuevo orden social que se impone, sino, sobre todo, que dicho orden se presenta como uno inefable y primigenio, predeterminado e incuestionable. En esta dirección podemos decir, con José Alejandro Restrepo (24), que las masacres no sólo ofrecen imágenes terroríficas, sino que ante todo ofrecen emblemas vinculados al terror; terror que Echavarría evoca con el uso de adjetivos como mutilarum (mutilada) o foetida (fétida).
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